El reciente 24 de marzo fue anunciado el premio Pritzker de arquitectura de 2014. La convención –no errada, por cierto– es que se trata del “Nobel de la arquitectura”. Este año, siguiendo seguramente una tendencia, la distinción fue para un arquitecto japonés –el séptimo de esa nacionalidad, en 35 ediciones que lleva el premio–, fue para Shigeru Ban, quien consiguió dar un sentido social a su ver y oir. Para Ban, la clave está en comprender su época. obra.
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Una arquitectura no sólo comprometida con la estética, sino representante de una ética social, en la que las necesidades de la época se transforman en espacios y volúmenes. A los 56 años, Ban tiene un recorrido que, como define el acta de reconocimiento del premio en sus considerandos, “sus proyectos “elegantes e innovadores para clientes privados” y también por usar “el mismo diseño inventivo y habilidoso para sus amplios esfuerzos humanitarios”.
Es que ese rol del arquitecto, que nunca pierde de vista ni la estética ni la época, es cada vez más importante. Ban, que vive en París, donde se enteró de la noticia, define su labor, especialmente enfocada en casos de ayuda en momentos de desastres o hambrunas, como “el hecho de escuchar las necesidades de la gente”.
Su obra está pensada para países como Haití, Ruanda. Para socorrer poblaciones que han padecido (como algunas ciudades de su propio Japón o de Nueva Zelanda).
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Pero en él, todo esto no sólo se cristaliza en algo ético, sino que es también arquitectura. El jurado ha subrayado el uso que hace Ban de materiales comunes como tubos de papel o contenedores de transporte, sus innovaciones estructurales y la introducción de materiales poco convencionales como el bambú, el papel, el plástico o los compuestos de fibra de papel reciclado.
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La clave para entender su obra es que se trata de excelente arquitectura: de aquella que marca época. En 1995, Ban fundó una ONG llamada VAN (Red de Arquitectos Voluntarios), con la que ha trabajado tras terremotos, tsunamis, huracanes o guerras en países como Japón, Turquía, India, Sri Lanka, China, Haití, Italia, Nueva Zelanda o Filipinas. Una obra que se conjuga permanentemente con clásicos, como el centro Pompidou de Metz, en el que aplicó principios de sustentabilidad: “Diseñó una celosía aireada y ondulante de franjas de madera para formar el tejado, que cubre el complejo del museo y crea una plaza al público.
Texto: Pablo Helman.
Publicado en la Edición Impresa del Diario Perfil el 29/03/2014
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