Wednesday 1 de May de 2024
DECO | 12-11-2012 12:32

La soñada casita en el bosque

Un chalet rústico y acogedor, cercano al lago Nahuel Huapi en Bariloche, fue transformado por su dueña en un taller de trabajo creativo y un espacio anímico y estético. Las fotos.

Ser creativos implica un trabajo tanto interior como exterior: tener una buena conexión con  los propios fantasmas, saber qué dicen y cuál es su mensaje, por un lado, y generar  –generarse– las mejores condiciones para que las cosas nazcan, cobren vida, descubran su propia voz, su propio mensaje, por el otro. Claro que cuando se trabaja en decoración, como es el caso de Machi González Venzano, lo exterior se vuelve indefectiblemente una cuestión interior. Y viceversa: la forma aquí es el fondo; las cosas se explican –y justifican– en su propia belleza. Si el resulado es bello, las causas son consecuencias y los significados de las cosas nos resultan tan claros que no ameritan explicación.

Decorar es –o mejor dicho, puede ser cuando es un trabajo realizado en profundidad–sencillamente hacer que la exterioridad devenga introspección. Su lugar de trabajo –que ella también utiliza como casa cuando alquila su vivenda habitual a los turistas–, el “rancho” en el que trabaja, es casi la explicación de sus ideas de trabajo, su filosofía  creativa, que se expresa también en Los Juncos, el negocio que funciona en el centro de la ciudad.

La historia del lugar es también la de cada una de las obras que se exhiben. Si se nos  permite el juego de palabras, digamos que su casa es su causa. Expliquemos: el lugar es breve, pequeño, íntimo, como un haiku. Apenas 25 m2 sobre un terreno inmenso,  boscoso.

Fue descubierto casi por casualidad, donde antes había apenas un techo para guardar muebles en desuso, hoy hay un espacio donde el mobiliario nace, crece, se expresa. Pero además, tiene una ventaja adicional. Su condición de apartado y próximo al mismo  tiempo: “Es como estar en el campo y a 100 m de la Av. Bustillo al mismo tiempo. Tambien me fascionó su vista del lago y su arboleda añosísima".

El trabajo, entonces, fue  al mismo tiempo de preservación y de otorgar personalidad. La decoradora trabajó apenas con la ayuda de su hijo y de un albañil chileno hasta darle unidad al conjunto. Unidad y personalidad. “El color de la pintura surge de aquellos tonos que vi en la Povance –explica Mechi–. Las aberturas eran de una casa vieja que compró  mi hijo”.

Y realmente el lugar respira aquello “manual” o “artesano” que genera la sensación (tan común en Bariloche, por cierto) de estar en un lugar que es rústico sólo en apariencia: todo tiene esa cadencia relajada, cómoda, y al mismo tiempo es refinadísimo, como si se tratara de una mermelada de arándanos. Nos remite a la abuela, sí, a los tiempos pasados, pero también su sabor es nuevo y sorpresivo. La apuesta es por una cuidada  simpleza: “Se usaron orillas de ciprés para el revestimiento exterior, mientras que el interior lo hicimos con material desplegado y revoque. El piso, simplísimo, es alisado de cemento”, dice Mechi.

La apariencia exterior de este taller en el bosque con mucho de casa de duendes se ve  fortalecida por el delicioso bosque que lo rodea. “El terreno –explica González Venzano–  ya tenía árboles autóctonos muy grandes (cihué, chin chin, maitenes, caña colihue,  alafate, entre otros) pero estuvo invadido por la rosa mosqueta durante muchos años.  Trabajamos en grupo para la limpieza y para establecer diferentes sectores de jardín, canteros y huerta”. Un entorno vital, vivo.

Mirá todas las fotos haciendo click aquí.

Texto: Pablo Helman

Producción y fotos: Mercedes García Baltar.

Agradecimientos: Los Juncos, Av. Bustillo, km 20, Bariloche.

Texto publicado en el suplemento Home del diario PERFIL

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