Monday 29 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 26-11-2012 09:47

Alicia, o cómo afrontar el cambio

En un mundo absurdo donde la lógica se trastoca en sinrazón, donde todo es posible, donde lo que es puede dejar de ser... nos lleva a plantearnos algunas cuestiones filosóficas que van de la mano: el cambio, la identidad personal y la felicidad.

¿Crees que la felicidad es algo que podemos proponernos conseguir o es más bien algo que "nos llega"?

Por Mercedes Carreira*

En Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll, su autor, con su fecunda imaginación y entusiasmo por lo maravilloso, crea mundos fantásticos, donde la lógica cotidiana se diluye, se altera, es imposible controlar lo que ocurre afura y en nuestro cuerpo y nos adentramos en un ámbito de imposibles, repleto de enigmas y cuestionamientos.

Alicia, la protagonista, es una niña educada con las consignas de la sociedad victoriana del siglo XIX, por eso acepta las rarezas ajenas –un Sombrerero loco, totalmente desequilibrado; un Conejo blanco, obsesionado con el tiempo y atormentado por el tic tac del reloj; la cruel y arbitraria Reina de Corazones, etc.- con impecable flema inglesa y las tolera sin amedrentarse. Eso no quita que por momentos sea irónica, autoritaria y jactanciosa; y no duda en rebelarse si las extravagancias de otros personajes menoscaban o afectan sus intereses.

En este mundo subterráneo, ella no se resiste al juego del cambio de tamaño, sin embargo esas inesperadas metamorfosis la inquietan: "Yo era..., yo soy..., soy otra". Este punto refleja el sentir de los niños, mientras crecen cambian, se modifica su cuerpo y sus gustos, y estas transformaciones les exigen una flexibilidad emocional para adaptarse permanente en el mundo adulto. En este aspecto, Alicia es universal y muy humana, busca su identidad en un mundo que se le presenta inasible.

Para los niños, este mundo absurdo donde la lógica se trastoca en sinrazón, donde todo es posible, donde lo que es puede dejar de ser... es un muy parecido al suyo. Y si bien el lector infantil comprende esto de “crecer de golpe” o que le suceda algo -de repente y sin previo aviso- que lo hace “empequeñecerse”, el dilema sobre la identidad se le escapa, lo excede; tiene que entrar en la adolescencia para poder entenderlo, vivenciarlo.

El cambio es la única cosa inmutable, afirmaba Arthur Schopenhauer, un filósofo alemán allá por el siglo XIX, pero parecería que los adultos nos olvidamos de esta realidad que es tan palpable para el niño. La historia de Carroll permite volver sobre ella y plantearnos algunas cuestiones filosóficas que van de la mano: el cambio, la identidad personal y la felicidad.

Alicia cambia y su entorno se modifica sin respetar las leyes de la lógica, lo que lo hace desconcertante. Por momentos, ella parece un personaje kafkiano. Al igual que Joseph K -protagonista de "El proceso"- se despierta en un mundo absurdo, transita por lugares cuyas leyes y organización son misteriosas, asume su propia limitación e ineptitud, explora diversas posibilidades, busca soluciones… ¿Quién no vivió algo similar en algún momento de su vida adulta?

¿Puede saberse quién eres tú?- preguntó la Oruga. (...) Alicia contestó, algo intimidada:

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- La verdad, señora, es que en estos momentos no estoy muy segura de quién soy. El caso es que sé muy bien quién era esta mañana, cuando me levanté, pero desde entonces he debido sufrir varias transformaciones.

- ¿Qué es lo que tratas de decirme?-dijo la Oruga con toda severidad-. ¡Explícate, por favor!

-¡Ésa es justamente la cuestión! - exclamó Alicia-. No me puedo explicar a mí misma porque yo no soy yo, ¿se da usted cuenta?

- Pues no, no me doy cuenta - dijo la Oruga.

- Siento no poder explicárselo a usted con mayor claridad- dijo Alicia en un tono muy cortés- porque, para empezar, ni yo misma lo entiendo... ¡Comprenderá usted que cambiar tantas veces de tamaño en un solo día no es fácil de entender!

- Sí es fácil, le replicó la Oruga.

- Bueno, lo que ocurre es que usted todavía no ha pasado por ello- dijo Alicia-, pero llegará el día en que se convertirá en crisálida y después en mariposa, y entonces ¡ya veremos lo que siente usted!

-¿Y qué iba a sentir? ¡Pues nada!

- Está bien -concedió Alicia- Es posible que sus sentimientos y los míos sean muy distintos, pero puedo decirle que yo en su lugar me sentiría muy rara.

- ¡Tú! -exclamó con desdén la Oruga- ¿Y quién eres tú, si se puede saber?

Este dilema del cambio al que la vida nos somete, se vincula con cuestiones de identidad personal. ¿Somos la misma persona que éramos cuando teníamos cinco meses? Hay que reconocer que hoy no nos parecemos en nada a ese ser que éramos de bebé. Los años pasaron, crecimos, células nuevas sustituyeron a las originales. Y sin embargo, decimos que somos la misma persona que el bebé que aparece en una foto en brazos de la abuela. ¿Qué quiere decir realmente que somos la misma persona? ¿Cómo podemos ser tan absolutamente diferentes y al mismo tiempo el mismo ser? Y la cuestión del cambio y la identidad del ser va más allá. ¿Te gusta ser tú misma hoy? ¿O te gustabas más el año pasado? ¿Qué es lo que más te gusta de ser tú misma? ¿Crees que el hecho de que te gusten aspectos de tu ser te da más felicidad? ¿Hay algo que no te guste de ser tú misma? ¿Quién no ha deseado ser más alta o más pequeña? ¿Quién no ha tenido la aspiración de parecerse a alguien? ¿Quién no se ha sentido desconforme con su cuerpo aunque más no sea una vez? Y con respecto al entorno. ¿Quién no ha querido poder controlar un mundo cambiante que se le presentaba caótico o le genera angustia? ¿Quién no ha deseado eliminar los imprevistos de su vida? Y estas preguntas te llevan a otras. ¿Qué cosas cambiarías, por ejemplo? ¿Crees que te haría más feliz ser así o asá? ¿Por qué? ¿Conseguir todo lo que se quiere..., aporta felicidad? ¿Por qué? ¿Es posible obtener todo lo que uno quiere y sin embargo no ser feliz? ¿Es posible que lo que hoy nos hace feliz, a largo plazo nos haga infelices? ¿Qué es ser feliz? ¿Una vida feliz contiene momentos de infelicidad? ¿Qué es vivir una vida feliz?

A través del comportamiento de la Reina de Corazones vemos que conseguir todo lo que se pide no necesariamente aporta felicidad. Es factible que nos equivoquemos con respecto a lo que creemos que nos hará felices. La reina nos da la oportunidad para reflexionar sobre qué es la felicidad, qué nos hace felices y evaluar la posibilidad de que satisfacer nuestros deseos, no significa que nos sintamos satisfechos.

El cambio ineludible, la búsqueda de la identidad y la posibilidad de ser feliz conforman una trilogía que embiste sobre todos los seres humanos. Indudablemente que aceptar el cambio y aceptarnos, nos lleva a vivir con menos crisis existenciales. Todo tiene una moraleja, dice Lewis Carroll en la novela –o un sentido agregaría-, sólo falta saber encontrarla.

* Coordinadora del Taller de Escritura Creativa y Autoconocimiento Había una vez…

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