La idea de que una persona que se encuentra por encima de su peso no está sana, mientras que una de contextura delgada es equivalente a gozar de buena salud, está siendo puesta en debate por los profesionales especializados en la materia.
Es que más allá del índice de masa corporal (IMC), parámetro históricamente tenido en cuenta para identificar escenarios de sobrepeso, hoy los expertos se concentran en otras variables prescindiendo de la imposición que establecía al peso como único dato para diagnosticar a sus pacientes.
En conversación con el Dr. Tomás Jakob (MN 134.354), médico cirujano especializado en tratamientos de obesidad y sobrepeso, además de director de Bariátrica Online, nos ayudará a entender un poco más acerca de esta evolución.
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¿El peso de una persona es determinante para saber si goza de buena o mala salud?
La buena salud de una persona está determinada por múltiples variables: el estilo de vida, los hábitos, la alimentación, si realiza actividad física y si tiene controlado el estrés. Este último punto es muy importante, ya que puede afectar tanto a nivel hormonal como psíquico. Por esta razón, es fundamental conseguir buenos descansos, dormir bien y tener un sueño reparador. Hoy en día como profesionales de la salud, vemos que los pacientes muchas veces se adaptan a una dieta estricta, pero no logran trabajar en técnicas para disminuir el estrés y, en consecuencia, tener un mejor descanso. En forma conjunta o independiente, los altos niveles de estrés que se reflejan en hormonas como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina impactan negativamente en el sistema nervioso de las personas y en su calidad de vida.
Por otro lado, la gente que realiza mucha actividad física, pese a creer que dispone de buena salud, debe reparar en un sinfín de cuestiones para realmente llegar a un equilibrio y que no se trate de simple apariencia. De hecho, cuando uno planifica el estilo de vida saludable de una persona, tiene que cuantificar la carga de actividad física, reparando es su recuperación y correcto descanso para lograr fines que repercutan favorablemente en sus vidas.
Otros factores que se tienen en cuenta para conocer el estado de salud de alguien son sus antecedentes, si tiene alguna condición genética, si tuvo enfermedades en el pasado o en el presente (hipertensión, diabetes, colesterol, apneas del sueño, hígado graso, etc) y también qué tipo de alimentación suele implementar en su día a día.
Es imperativo dejar claro que el peso es un dato significativo, pero no fundamental, para determinar si alguien goza de buena o mala salud. Hemos sido testigos de múltiples casos en los que atletas de alto nivel han sufrido severos inconvenientes físicos, que incluso han comprometido sus vidas, lo cual es difícil de entender por el estricto cuidado que suponen sus actividades. Este ejemplo abona que la salud va más allá del peso corporal de cada uno y requiere de atención personalizada para estudiar individualmente los casos.
¿Hay un peso ideal para cada persona?
No, no hay un peso ideal para cada persona, de hecho la misma persona puede tener pesos en los cuales se sienta cómoda, confortable y muy a gusto en distintos momentos de su vida. No es lo mismo en la adolescencia que en la juventud, de tener hijos o haber transcurrido la menopausia, en el caso de las mujeres, o luego de los 40 ó 50 años cuando el hombre padece el efecto hormonal de la disminución de los niveles de testosterona. Lo que hay que tratar de hacer, como profesionales de la salud, es trabajar con el paciente un rango de pesos saludable y analizar en conjunto un peso adecuado que pueda ser conservado, sin exigir grandes sacrificios que puedan atentar contra el objetivo final.
Claves para lograr una logenvidad saludable
¿Por qué ganó terreno la idea de que alguien por encima de su peso no está sano mientras que una contextura delgada es sinónimo de salud?
Claramente tiene el sesgo de lo superficial o lo superfluo de un país cómo Argentina que aplica una gran presión estética sobre las personas y donde la sociedad en general colabora en ese propósito. Desde hace muchos años, está instalado el estereotipo de que la persona flaca es sinónimo de persona sana, cuando no es así, necesariamente. Hay muchas que tienen contextura delgada o que tienen un índice de masa corporal supuestamente acorde a lo indicado, pero tal vez fuman, tienen niveles altos de estrés y se infartan. Es muy común ver en el hospital cómo llegan pacientes delgados de “aspecto saludable” y que tienen problemas vasculares, de ACV, diabetes, hipertensión, colesterol y miles de cuadros más.
Adicionalmente, este estereotipo también conlleva que se pueda producir en muchas personas sufrimiento por distintas cuestiones relacionadas con la imagen corporal y el peso, lo cual no tiene relación con el estado de salud de las mismas. O sea, hay personas que son delgadas y que no son saludables. Queda claro que acá intervienen conceptos como el estigma de la obesidad o, en su contracara, el estereotipo de la persona flaca y saludable.
Más allá de esos parámetros y los extremos: la obesidad y los trastornos alimentarios, ¿cuál es la mejor manera de conseguir un equilibrio saludable?
Es difícil de lograr, pero no imposible. Está demostrado científicamente que el equilibrio en la salud dispone de tres patas que tienen que respetarse: una correcta alimentación, un control del estrés y crear hábitos saludables. Si en algún momento, alguna de estas tres patas falla, la mesa se cae.
Como mencioné anteriormente, es muy importante todos los días hacer un esfuerzo enorme por disminuir la cantidad de estrés que tenemos, que está directamente relacionado con lo que dispara nuestro entorno y marco en el que vivimos. Entonces, ahí tenemos que analizar al individuo en su contexto en donde, en todas las sociedades occidentalizadas del mundo, hay mucho aumento en las últimas décadas del nivel de estrés. En ese sentido, en países quizás con desorden social o económico como Argentina, el estrés aumenta afectando las partes psíquicas, hormonales y físicas, colaborando a un peor descanso. Eso lleva a que la persona esté más estresada, se produzca un círculo vicioso y que además sea más difícil alimentarse saludablemente.
Con respecto a otro de los pilares antes mencionados, como es la alimentación, ocurre que en las últimas décadas la industria afín a esto ha desarrollado múltiples alimentos multiprocesados de muy mala calidad alimentaria y de fácil acceso para las personas. Ponemos siempre el ejemplo de que en los hospitales hay máquinas expendedoras de comida chatarra y uno piensa: “justo en los hospitales hay máquinas expendedoras de, llamémosle, este veneno alimentario”, lo cual termina siendo irónico y no conveniente. Por otro lado, es verdad que para combatir la desnutrición se han desarrollado estrategias de políticas alimentarias en donde, claramente, cuando hay que cuidar el costo, lo más barato son alimentos de mala calidad como pueden ser las harinas refinadas y demás alimentos procesados.
Yendo a la parte de actividad física, en las últimas décadas, ha sucedido que ha aumentado el sedentarismo por varias razones, siendo una de ellas la forma de vida de las grandes ciudades. Está demostrado que las personas que viven en comunidades de más de 5.000 habitantes tienden más al sedentarismo, contrario a generaciones de hace 50 ó 60 años. Entonces, el hecho de no tener que, por ejemplo, buscar más leña y tener calefacción o usar medios de transporte en vez de caminar o andar en bicicleta, incluso estar enfrente a la computadora todo el día trabajando, permite que aumente la “no actividad”. El hecho de que nuestro cuerpo no tenga todos los beneficios de realizar actividad física, que incluyen fortalecimiento muscular, fortalecimiento tendinoso, retroalimentación positiva en el desarrollo ocio, además de los efectos psíquicos y psicológicos positivos que producen las endorfinas agregadas en la actividad física, ponen en jaque nuestra salud y es algo que se debería corregir de inmediato.
Estos tres principios fundamentales de alimentación, estrés y actividad física, sumado al debido descanso, es lo que generalmente está desequilibrado y lamentablemente tenemos que trabajar. No es una tarea sencilla, pero debería ser condición proponerse obtener el equilibrio deseado y tratar de conservarlo en el tiempo.
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