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ACTUALIDAD | 02-12-2017 11:08

Dos narraciones de esteticismo coreográfico

Ana Maria Stekelman y Teresa Duggan estrenan obras para el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, a partir de relatos basados en cuentos de diversas tradiciones.

Por Analía Melgar

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El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín fue fundado en 1977. Este 2017 cumple cuarenta años de actividad. Se trata de un año no sólo destacado por el aniversario, sino también por ser el primero bajo la dirección de Andrea Chinetti, junto a Miguel Angel Elías, luego de más de 15 años de Mauricio Wainrot como director, entre 1999 y 2016. Algo se renueva y algo permanece: Chinetti era la mano derecha de Wainrot. La actual propuesta de la compañía tiene algo de continuidad y algo de renovación también. Retorna Ana María Stekelman, iniciadora de la propia compañía en 1977; en tanto, Teresa Duggan, coreógrafa del ámbito independiente, hace otra de las dos obras del programa compartido, en lo que es su primera experiencia en este ballet. Las dos, pese a sus diferencias, comparten un esteticismo detallista, un cuidado minucioso en las formas. Aquí también comparten la vocación de contar una historia a través del movimiento, con personajes, conflicto y resolución. De eso se trata Cuentos de Oriente y Occidente, integrado por La Bella sueña, pieza de Stekelman, y Dos pétalos, pieza de Duggan. Las funciones, mayormente diurnas, son los martes a las 20.30, jueves a las 14, y sábados y domingos a las 16. Las entradas cuestan $ 120, y los jueves, $ 60. Además, el martes 5 de diciembre a las 19 se realizará una charla con las coreógrafas y el iluminador David Seldes en el hall del teatro, como actividad gratuita.

—¿De qué se trata cada una de las obras?

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Stekelman: La Bella sueña tiene dos orígenes. Por un lado, el cuento tradicional de La bella durmiente, que lo elegí no como occidental sino por la familiaridad que tengo con él. Mi Bella, como todas las Bellas, es bendecida y maldecida en el bautismo y se le conmuta la muerte por un sueño de cien años. La profecía se hace realidad y se duerme por cien años, hasta que un héroe atraviesa el bosque de espinillos y la despierta. Es hermoso porque despertar no es sólo despertar; despertar es muchas cosas… Por otro lado, uso la música de las películas de Stanley Kubrick. A mí me encanta el cine, vi mucho cine. Estoy un poco con la mirada hacia atrás, no me gusta el cine actual, aunque siempre hay excepciones. En Ojos bien cerrados y 2001. Odisea en el espacio hay temas de Strauss, Shostakovich y Ligeti, tres músicos que me encantan, me emocionan. Los unimos, con Gaby Goldman, e hicimos el arreglo musical para esta obra que dura media hora. Se parece al cuento del ballet, pero no dura dos horas y media y no tiene la música de Tchaikovsky.

Duggan: Dos pétalos se basa en un cuento japonés que se llama El espejo de Matsuyama, un cuento que yo había leído hace un montón en un libro de hadas japonés. Tiene una cosa como esotérica, mágica, no tanto conflicto, sino que ofrece diferentes capas. La obra incluye músicos en vivo, integrantes de la agrupación Mukaito Taiko.

—¿Qué piensan del contraste entre Oriente y Occidente?

S: Creo que somos muy distintos a pesar de la globalización. A mí me interesa más Occidente, aunque hay cosas de Oriente que son una sorpresa maravillosa, pero me siento arraigada en lo mío.

D: A mí me gusta de lo oriental que todo tiene un trasfondo, una raíz. En lo que más creo es en la energía. Las cosas se arman o se desarman energéticamente. Después está el cuerpo; hay todo un tejido que nos supera.

—¿Cómo ven al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín en la actualidad?

S: Me gusta mucho trabajar con este ballet, que de alguna manera lo conozco. Hay de todo: está ingresando gente y también hay gente con experiencia como para hacer roles como el de Bella o los padres. De todos modos, a mí no me interesa si el ballet es grande o chico de edad, sino si es bueno o malo, si puede o no entender mi lenguaje, si puede o no representar mis pensamientos.

D: Esta es mi primera experiencia con el ballet. Es como un regalo que nunca pensé ni deseé, no estaba como con la carpetita esperando a ver cuándo me iban a llamar. Lo que sí siento es que el tiempo en que el teatro estuvo cerrado, con los bailarines ensayando en otros lados, como nómades, los fortaleció como grupo. A veces, la adversidad hace que estés más fuerte y más unido.

—Teresa, ¿qué tiene de bueno y qué de malo trabajar en un ballet oficial como éste?

D: Lo que tiene de bueno es todo el recibimiento y todo lo que pude armar con la compañía, que tiene mística de grupo. Cada uno le dio sentido a mi propuesta, sin hacer el movimiento por el movimiento, vacío de contenido. Yo trabajo mucho con objetos y todo lo que ellos hacen usándolos tiene un porqué. Como no nos conocíamos, fue un lujo porque no teníamos prejuicios; fue construir desde la página en blanco. Lo más difícil es que, como vengo del independiente, suelo resolver todo yo. Tengo el ingenio puesto al servicio de la obra, y con dos palitos hago fuego. Acá, para todo hay que pedir permiso y se hace una espera muy larga, aunque, por otro lado, todo está hecho por expertos. Pero me da mucha angustia porque las cosas se terminan a último momento, sin tiempo para ensayar.

Lejos de conflictos politicos

Frente a preguntas críticas, Duggan y Stekelman comparten su decisión de no abrir polémica. Para Duggan, “a uno le gustaría que hubiera muchos más espacios para la danza, y que no estén los elegidos de siempre. Pero esas cosas ni me las pregunto; yo hago, no tengo un espíritu confrontativo. Para mí, hacer política es ser uno y hacer uno lo mejor que puede, no criticar lo que hace el otro. Trato de mejorarme, busco que los bailarines estén más confortables, que les interese el proyecto. Este es mi granito de arena. Me conecto con el adentro, porque el afuera está muy mal. Si te dejás abrumar por el afuera, es tremebundo. Hay gente que es batalladora; yo no. La batalla me agota y la armonía me enriquece”.

Por su parte, Stekelman montará una coreografía con música de Piazzolla en 2018 para el Ballet Folklórico Nacional (BFN, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación), que meses atrás denunció, en el festejo del 9 de Julio, precarización laboral, carencia de equipo directivo –un logro conseguido, pues en noviembre fueron nombrados Silvia Zerbini y Mariano Luraschi–, falta de ley jubilatoria especial y deudas de salario con el personal contratado. Frente a esto, la coreógrafa declara: “El BFN, como el San Martín y mi compañía, Tangokinesis, es una de mis favoritas. Tiene que hacer giras –como algunas que hizo este año– y actuar en buenos teatros. El problema de los bailarines es el de los técnicos del San Martín, que por ahí no cobraron algunas cosas. Es el problema de todos, pero eso a mí no me interesa. A mí no me interesa. Yo voy hacia lo cultural; lo político no me interesa absolutamente nada. No lo puedo explicar, no quiero ni hablar. Quiero hablar de mis proyectos”.

Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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