Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Al comienzo, a Rosangela Wolff Moro le costaba entender ese papel, el de la esposa del juez más aclamado en Brasil. Sergio Moro adquirió notoriedad por liderar la investigación conocida como operación Lava Jato, el escándalo de corrupción más grande de Brasil. De perfil bajo, Rosangela sólo se muestra cuando lo acompaña a algún evento o presentación. “Sólo hablo de mi vida profesional”, suele repetir cada vez que alguien quiere meterse en la intimidad de su mundo.
Perfilando deseos
Rosangela es abogada y tiene 42 años (dos menos que él). Está casada con Moro, con quien tiene dos hijos adolescentes. Se conocieron en la universidad, cuando ella era alumna de él. “Mi marido fue profesor de derecho internacional. Yo estaba de novia y él estaba con otra persona. Un año después de recibirme me reencontré con Sergio en una fiesta. Cuando nos casamos, hace ya 17 años, él ya era juez”, cuenta la mujer.
Rosangela reconoce que su desempeño profesional se ha ido incrementando desde que su marido es “famoso”. Según confesó, ser su esposa le ha traído más clientes y la gente hasta la felicita en la calle. “¿Felicitaciones de qué? Yo no he hecho nada”, se indigna ella. Sin embargo, no oculta el orgullo que siente. Cuando la sociedad coreó y escribió su nombre en pancartas, ella se emocionó viendo la escena desde su casa. “Vi a la gente en la televisión y me largué a llorar. Pensé: ‘Wow, tengo en casa a uno de los hombres que están cambiando el país. Cuando vi que la gente gritaba ‘Mooooroo’, salí a la calle totalmente anónima, vestida de verde y amarillo”.
Los papás de hoy
Parte de este orgullo lo manifiesta interactuando con el público en las redes. En abril del año pasado creó la página de Facebook Vivo con El, donde cuenta y muestra los reconocimientos que su marido ha ido teniendo en el último tiempo. Con la ayuda de un amigo, borra los mensajes que no le gustan. “Siempre lo he tenido como referencia y lo admiro. Aunque al final de cuentas está solo haciendo un trabajo. Esta situación alentó a otros jueces a mostrar que el Poder Judicial puede ser fuerte”, dijo en una entrevista con la revista Claudia. Para ella, no ha dejado de ser duro todo este proceso y confesó que al comienzo de la operación se sintió incómoda por ser la esposa de Sergio Moro y no más Rosangela Wolff. “Con el tiempo vi que todo esto me superaba y ya era algo de lo que no podría desasociarme”, confesó.
El fantasma y el reggaetón
Rosangela tiene más de veinte años de carrera como abogada. Es especialista en temas de salud, derecho tributario y laboral. “Entré a la universidad a los 17, ni sabía lo que quería en ese entonces”, contó en una nota. Ahora, dice, quiere estudiar psicología, “para entender mejor a la gente”. Cuando se le preguntó qué cosas le gusta compartir con su pareja, ella dijo que tienen intereses bien distintos. “A mí me gusta ver comedias románticas, él prefiere leer biografías. Yo amo la playa, a él le gusta el frío”. La última Navidad la pasaron en familia, en las paradisíacas playas de Jericoacoara. “Pasamos los cuatro los días con los pies en la arena, comiendo ensalada y camarones. Cuando termine el Lava Jato, quiero viajar durante unos cuatro meses seguidos”, confesó recientemente.
Rosangela defiende los derechos de la mujer a su modo. Dice que aboga por la igualdad de derechos y que los reclamos que hay en Brasil y en el mundo son justos, aunque no se considera una fundamentalista. En Brasil sólo el 10% del Congreso está representado por mujeres. “Tiene que estar representado por fracciones iguales, pero me importa más la calidad de la representación, ya sea hombre o mujer”, advierte esta mujer que se confiesa coqueta aunque dice no ser dueña de un ropero costoso. Cuenta que no cocina y destaca la caballerosidad de Moro. “Es de los que te abren la puerta del auto o te ayudan con la educación de los chicos”, dice con orgullo.
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