Al hijo de Sadie Sellers, Tony, casi le da un infarto cuando no encontró a su madre en la habitación del geriátrico donde reside desde hace un año. Había ido a visitarla como lo hace habitualmente, cuando se encontró con un dormitorio desierto y una silla de ruedas vacía. En ese momento decidió llamar a su hija, Samantha, nieta de la anciana, quien resultó ser cómplice de la alocada aventura.
Perfilando deseos
La abuela perdida, se estaba haciendo un tatuaje en un conocido local del centro de la ciudad.
"Yo pensé: '¿Qué demonios está pasando acá?' y Samantha me dijo: 'Sí, la abuela está acá conmigo' y me pidió que las encontrara en un local cercano al centro", relató el hombre de 57 años, que salió corriendo para el estudio Seventy-Six, según informó el sitio inglés Daily Mirror.
Los papás de hoy
Cuando el preocupado hijo arribó al local, el tatuador Ciaran Ward ya casi había terminado el corazón que la abuela había decidido tatuarse en el antebrazo izquierdo. El plan había salido a la perfección y su nieta de 22 años estaba encantada con el resultado.
El fantasma y el reggaetón
A quien no le cayó tan bien el flamante “tatoo” fue al hijo de la anciana, que preocupado por su salud sostuvo: "Es una mujer de huesos delicados y por eso está en silla de ruedas, pero parece que eso no la detuvo. Por lo general es muy prolija y ordenada, pero a puertas cerradas es mal hablada como si fuera un marinero".
A la abuela, que ya cuenta con 11 nietos en su haber, parece importarle poco el enojo y la preocupación de su hijo. “Me importa un comino” opinó la mujer ante un periodista que la entrevistó. Además, añadió que “Cuando se llega a esta edad hay que vivir la vida a pleno cada día”. Sadie, está realmente contenta con el nuevo dibujo que decora su cuerpo y ya ha anunciado que pronto irá por el segundo.
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