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ACTUALIDAD | 14-08-2016 07:57

Encontrar el tiempo para reír

La risa es una de las manifestaciones humanas que puede rastrearse en todas las culturas desde hace milenios.

Un domingo lluvioso y frío en pleno mes de agosto es el escenario ideal para hacer un crucigrama. Restan diez casilleros para concluir el entretenimiento y las consignas solicitan “humorista argentino famoso por sus monólogos”: la respuesta sin dudas es “Tato Bores”, luego y para entrecruzar con Tato: “onomatopeya de risa de dos letras”: muy fácil “ja”.

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Inmediatamente vienen a la memoria un sinfín de nombres y personajes: Altavista, Olmedo, Midachi, Fontanarrosa, Sandrini, Pinti, Francella, Landriscina, Capusotto, Les Luthiers, Gasalla… Galería de personajes desplegados con maestría unidos por un objetivo común: la risa. ¿Se la puede considerar un “remedio” infalible para muchos males? ¿Existen distintos tipos de risa? ¿Se tiene el valor de reírse de uno mismo?

La risa es una de las manifestaciones humanas que puede rastrearse en todas las culturas desde hace milenios. En el Antiguo Testamento se establece una diferencia entre dos formas de risa: la burlona, denigrante y la risa feliz desenfrenada. En Grecia, y repasando el significado etimológico, se designa ‘gelao’ el reír de alegría y ‘katagelao’ alude a reírse o burlarse de alguien. Se puede afirmar que la risa estuvo casi prohibida durante la Edad Media, la obra de Humberto Eco “El nombre de la rosa”, que transcurre casi en los albores de la Modernidad en una abadía benedictina, relata la pérdida de un manuscrito atribuido a Aristóteles en donde se trataba la risa.

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Nietzsche sostenía que “el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”; lo cierto es que la risa es catarsis, alegría, tontería y en ocasiones maldad; permite reflejar el interior, develar estados, expandir y abrir el cuerpo. A lo largo de la historia fue prohibida, controlada, limitada, educada, como en otras situaciones las mujeres llevaron las de perder, pues en diversas culturas debían taparse la boca o bien les estaba vedada.

Investigaciones científicas demuestran “el poder curativo” de la risa: tiene la función biológica de ayudar a mantener el bienestar físico y mental. La carcajada desencadena todo un proceso psicológico, neurológico y fisiológico cuyos efectos inciden sobre el sistema inmune aumentando el número de anticuerpos. Posee beneficios similares a los de una actividad aeróbica, y a la vez es relajante, ya que la risa moviliza gran cantidad de músculos, favoreciendo la descarga de la tensión acumulada; la risotada funciona como un masaje interno por el efecto impulsado por el diafragma y abdomen. Reduce el estrés, alivia los síntomas de ansiedad y depresión, aumenta la memoria, la creatividad y la resolución de problemas. Uno de sus efectos más positivos tiene impacto social: favorece la calidad de las relaciones, es una señal de comunicación que contagia emociones positivas, despierta la solidaridad y la cooperación.

La risa es considerada un acto de inteligencia y de superación, se requiere de valor para enfrentar “el espejo cotidiano”, ser capaz de mirarse y aceptarse con lo bueno y lo malo, reírse de uno mismo es un desafío y un ejercicio necesario para reconocerse y por qué no decidirse a cambiar. Reír en el momento oportuno conlleva la responsabilidad de reprimir la risa denigrante y mordaz ante el padecimiento ajeno. Soltar una carcajada es una capacidad que seguramente facilita sobreponerse a las dificultades, salir victorioso o tal vez con una sonrisa, pero seguramente con un aprendizaje. Reír todos los días con un personaje de la televisión, mirando películas viejas, de las gracias de un hijo, de los dichos del jefe, y de uno mismo, implica hacerse de un tiempo.

En 2006 Elizabeth Gilbert publica la novela autobiográfica Comer, rezar, amar, éxito en ventas, aborda lo que sucede cuando decidimos abandonar mandatos impuestos y ser autores de nuestra propia felicidad. Redoblo la apuesta: “Comer, rezar, amar y reír…”

Por: Dra. Guillermina Rizzo

@guillerizzo

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