Wednesday 24 de April de 2024
ACTUALIDAD | 16-04-2016 07:36

Los riesgos de usar el celular como ‘chupete electrónico’

Recurrir al smartphone o la tablet para calmarlos puede afectar su conducta.

Por Miguel Distefano

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Los padres actuales, que además de pasar ocho horas diarias en una oficina están conectados permanentemente a su trabajo a través del smartphone, suelen utilizar esa misma herramienta para calmar a sus hijos pequeños cuando se portan mal. Así como antes muchos papás les prendían la tele a los niños cuando tenían una rabieta o para que no los molestaran –se hablaba de la TV como “el chupete electrónico”– es cada vez más común que utilicen esa misma estrategia con los dispositivos móviles. Pero este acto podría traer consecuencias tanto en la conducta como en el mismo desarrollo de los pequeños.

De acuerdo con un reciente estudio del Hospital Pediátrico C.S. Mott de la Universidad de Michigan (EE.UU.), publicado en la revista Pediatrics, esa acción sólo es una manera de “barrer bajo la alfombra”,  porque no se resuelve el conflicto de fondo: el motivo por el que se produjo la rabieta o enojo y cómo solucionarlo.

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El estudio se hizo sobre 144 niños saludables de 15 a 36 meses, de familias de bajos ingresos. Se les preguntó a los padres la frecuencia del uso de los smartphones y tablets, y en qué circunstancia se las entregaban. De esa manera, observaron que muchos padres daban los dispositivos táctiles a los hijos para calmarlos cuando se portaban mal o estaban aburridos.

Las conclusiones del estudio son que darle un uso incorrecto a la tecnología puede llegar a interferir en la dinámica familiar, así como en la comunicación entre padres e hijos. Y que es importante que los padres sean capaces de marcar límites para el uso de estos dispositivos.

El estudio no critica el uso de la tecnología en sí misma, que ya forma parte de la vida cotidiana. Sino que llama la atención sobre el hecho de que los padres deberían estar involucrados en el proceso de introducción a la misma.

Límites.  Los expertos consultados por PERFIL al respecto coinciden en un punto fundamental: no conviene que los niños tengan acceso activo a las pantallas hasta que tengan 2 o 3 años de edad: “El cerebro de los chicos, en pleno desarrollo, necesita de los estímulos sensoriales; de lo real. Al ver rodar una pelota, el chico aprende todo el proceso, puede tocarla incluso. Si la ve en una pantalla, sólo ve algo bidimensional, no elabora el pensamiento simbólico”, sostiene el médico pediatra Guillermo Goldfarb, responsable de Informática Médica del Hospital Gutiérrez y miembro del Grupo de Trabajo en Tecnologías de Información y Comunicación de la Sociedad Argentina de Pediatría.

Al respecto, Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación, especialista en cultura juvenil y autora del libro Los chicos y las pantallas, sostiene que con los niños pequeños “se debe priorizar la motricidad y el contacto con el mundo real en primer lugar”.

En relación con el uso de las pantallas, hay que respetar la regla de “cada tres años”: “a los 3 años se los puede dejar acceder a la televisión, a los 6 a la computadora, pero sin internet. A los 9, la tablet con acceso a la web y a los 12, el primer celular”.

Aún más específica es la opinión de la psicóloga infantil y terapeuta familiar Florencia Pertusati: “Recién desde los 3 a los 5 años los niños deberían empezar a acceder a los dispositivos, y debería estar regulado: una hora o dos horas como máximo por día, con reglas específicas por parte de los padres”.

Si bien hay programas de televisión y apps pedagógicas muy recomendables para niños pequeños, con los que en forma interactiva pueden desarrollar el lenguaje, aprender fonética, gramática e incluso ciencias, si no están los padres guiándolos cuando utilizan las pantallas los niños no tienen la interacción necesaria para enriquecer el lenguaje o comprender muchas de las cosas que ven allí.

Al mismo tiempo, si se las utiliza como medio para calmar los berrinches, “los pequeños no desarrollan los necesarios mecanismos de autocontrol y autorregulación de la conducta, por lo que suelen tener mayor cantidad de conductas disruptivas”, concluye Pertusati.

(*) Nota publicada en la edición impresa de DIARIO PERFIL

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