Monday 29 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 25-06-2017 10:00

Sed de venganza

No es bueno invertir tiempo en eso, que implica desperdiciar horas y energías en algo poco productivo.

Por Dra. Guillermina Rizzo*. 

El ingreso mensual de Pablo no alcanza para cubrir los gastos de reparación de su flamante auto: parabrisas destruido, la luneta rota lo asemeja a un descapotable, cuatro cubiertas arruinadas, grafitis y rayones realizados casi de manera artística cubren la totalidad del vehículo; el veredicto de la compañía de seguros es desalentador. A juzgar por la alevosía de los daños, se vislumbra que el autor, a sabiendas del fanatismo que Pablo tiene por su auto, persigue como fin ocasionarle un dolor proporcional al que siente tras el intempestivo fin de la relación.

¿La venganza es una “medicina” contra el dolor? ¿Se pueden encauzar esos impulsos hacia fines positivos? ¿Hay medidas reparadoras?

El refrán “ojo por ojo, diente por diente”, proviene de la ley del Talión que permitía a una persona responder con un daño proporcional al que otro le había causado. Así se aplicaba la justicia y se “ajustaban cuentas” antiguamente; desarrollado el sistema judicial y legislativo, aplicar sanciones dejó de ser una cuestión personal, para que sea la autoridad competente quien dirima las cuestiones.

Más allá del dictamen de la justicia y en caso de que se recurra no siempre satisface, aunque sea justo, hay personas que experimentan un deseo de saldar cuentas por ellos mismos. Se experimenta así un deseo de venganza dirigido hacia afuera en el que convergen diversas emociones y sentimientos.

Quien busca vengarse lo hace porque no obtiene lo que cree se merece, siente lesionada su ambición de bienestar, sus anhelos de posesión o estimación se ven frustrados, despertándose un impulso de revancha.

Causarle un mal al otro que a veces sin saberlo plenamente genera un daño, es una manera de aliviar y sobrellevar el dolor producido; el desquite proporciona satisfacción y placer, por eso en ocasiones se dice que “la venganza es dulce”; dulce pero perjudicial, tanto para la persona que la ejecuta, para el destinatario y en circunstancias los es también para los espectadores.

La venganza se presenta también de forma sutil y bajo la máscara del resentimiento; y si bien los seres humanos tramitan el dolor de manera diferente, una pasividad exagerada o la falta de respuestas ante un daño ocasionado pueden conducir a veces a la enfermedad.

El desafío consiste en enojarse en “la medida justa”, puesto que si bien y como reza el proverbio “la venganza es un plato que se sirve frío”, invertir tiempo diseñando una estrategia acorde al dolor experimentado para que la represalia sea efectiva y aleccionadora implica desperdiciar horas y energías, quedando esclavizado a una situación pasada, a veces sin retorno, paralizado ante el advenimiento de gratas experiencias y obstaculizando el devenir de un presente que puede ser prometedor.

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Si el futuro solo cobra sentido a partir de la satisfacción del deseo de venganza, la persona queda adherida al rencor que le impide visualizar caminos y construir respuestas alternativas. Lo cierto es que si bien decisiones ajenas originan tener que lidiar con situaciones desagradables, dolorosas, que resultan imposible olvidar y dar vuelta la página, en ese caso habrá que hacer lugar para la queja, el enojo, la impotencia y la bronca; encauzar esa carga emocional plagada de indignación requieren de un esfuerzo y de un tiempo para transitar de la amargura y la sed de venganza hacia reacciones más positivas, creativas y liberadoras, tal vez la solución más razonable sea el pensamiento de Jorge Luis Borges. “Yo no hablo de venganza ni de perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.

(*) Doctora en Psicología. Columnista en medios de comunicación. | Twitter: @guillerizzo

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