Saturday 27 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 30-10-2016 10:00

Ojo al "pero", alerta de envidia

Es un sentimiento del que nadie se puede enorgullecer, y allí radica la dificultad para salir de la situación.

Por Dra. Guillermina Rizzo

“Muy bueno tu auto nuevo ‘pero’ cuánto combustible consume”; “qué alegría que te mudaste del departamento de dos ambientes ‘pero’ qué inseguridad ofrece una casa”; “aplaudo tu nueva pareja ‘pero’ dicen que el fulano es mujeriego”; “excelente que te graduaste con medalla de honor ‘pero’ quién mira el promedio”; pero, pero, pero… y podría extenderse la lista…

Pero es una conjunción adversativa que produce contraposición entre dos proposiciones actuando como nexo para vincular oraciones, palabras, generalmente opone un concepto sobre otro. Ahora bien, ¿qué sucede con esas personas que tienen un “pero” a flor de labios? ¿Qué emoción domina imposibilitando sentir alegría por los logros ajenos?

Quienes pronuncian en forma reiterada “pero” más que uso de conjunción adversativa parecen verdaderos adversarios e indudablemente el sentimiento que prima es la envidia. Tomás de Aquino en Suma teológica explica que la envidia tiene como característica específica el “entristecerse del bien ajeno”; mientras que el diccionario etimológico enuncia que envidia procede del vocablo latino 'invidere', que significa "mirar con malos ojos", no en vano algunos portan una cinta roja cual pulsera. Por lo tanto, asistimos a un doble sentimiento: por un lado, se desea lo que el otro posee y al mismo tiempo se experimenta resentimiento o rencor por lo que el otro posee. Algunos autores hablan de envidia sana o positiva en el caso que la admiración y los logros ajenos sean un motor que dinamice el crecimiento personal, lo cierto es que la línea es muy delgada, pues generalmente se envidia a personas de círculos cercanos y con cierta igualdad en las condiciones de origen.

Si bien factores culturales y sociales pueden influir para la conformación del perfil del envidioso, personas invadidas por conflictos y temores, acomplejadas, con baja autoestima, con una gran dosis de inseguridad, que ni se aceptan ni se gustan a sí mismas, reúnen las condiciones para ponerse el traje de la envidia confeccionado a medida. Con ese sentimiento de frustración insoportable, el envidioso irá recorriendo el camino repartiendo daño, pues bastará que personas que poseen talento, dinero, belleza, poder, felicidad o simplemente “existan” se crucen un su camino para que ponga en acciones y palabras agresiones, críticas, ofensas, difamaciones y cuanto sentimiento destructivo pueda expresar, pues mira siempre el resultado ajeno y es incapaz de detenerse en analizar el proceso para lograrlo.

Dice el proverbio chino: “el clavo que sobresale siempre recibe un martillazo” y se trate de relaciones interpersonales o de pareja, ya sea en el ámbito laboral, la esfera deportiva o escenarios políticos para que una y otra vez ronde entre los pensamientos del envidioso el interrogante ¿por qué ellos sí, y yo no?

La envidia es un sentimiento del que nadie se puede enorgullecer, y allí radica la dificultad para salir de la situación, a diferencia de un niño que con toda espontaneidad le arrebata un juguete a otro o rompe en llanto ante el regalo de su hermano, en el adulto es complejo dar el primer paso y percatarse del daño que la envidia produce a sí mismo y a los otros.

Dejar el “pero” por un momento, mirarse al espejo y reconocerse con virtudes, aceptar defectos y carencias, dejar de establecer comparaciones inconducentes tal vez habiliten una salida, tal vez sea la oportunidad para mirarse con ojos nuevos y comprender por qué ellos sí, “pero” ahora yo también; frecuentemente hacer algo distinto es la forma de alcanzar lo que nunca se tuvo.

Especial para Rouge. | Twitter: @guillerizzo

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