Por Elsa E. Álvarez (*)
El Síndrome de Mari Pilli tiene raíces culturales, sociales, familiares y emocionales. En una cultura donde se endiosa el perfeccionismo, la estética a ultranza, una ideología de preponderancia masculina y el tomar a los seres humanos como objetos, es lógico que tengan como efecto personalidades autoexigentes y preocupadas por “pertenecer”, donde “pertenecer” significa dejar de lado las propias metas y objetivos para tener en cuenta los objetivos de la cultura.
Ciertos grupos familiares impulsan aun más estos modelos sociales de exitismo y perfeccionismo, pretendiendo que las hijas criadas en estos hogares sean “perfectas” en cuanto a su belleza física y a su adecuación al modelo social. Mujeres perfectas para encontrar maridos perfectos (buen nivel económico, probablemente profesionales, deportistas o empresarios exitosos) para tener hijos también perfectos, viviendo en barrios perfectos.

Todo lo que tenés que saber sobre RCP
¿Cuál es su origen? El miedo de las mujeres a no ser queridas, el miedo a no complacer las expectativas del entorno; en resumen la sumisión como modelo existencial.
¿Quiénes la padecen?
Las mujeres que viven de acuerdo a un modelo de sumisión. Esto implica aceptarse a sí mismas como objetos, que pueden ser “vendidos” y “comprados” comercialmente, por lo tanto se adaptan a los que los modelos masculinos pretende de ellas, lo cual equivale aceptar un modelo de competitividad, donde algunos están arriba y otros abajo. En este modelo, las mujeres están abajo y los hombres, arriba.
¿Cómo afecta la vida diaria?
Muchas veces, su miedo a ser abandonadas y no queridas las lleva a someterse a situaciones de injusticia y/o violencia por ejemplo, en el seno familiar. Esto las puede llevar a someterse incondicionalmente a otro por temor e inseguridad, con la consiguiente carga de emociones negativas que pueda volcarse hacia el otro o hacia sí mismo en conductas violentas autodestructiva (como adicciones) o también enfermedades.
¿Como puede revertirse?
- Tomando consciencia de las capacidades propias y valorarlas.
- Tomando la decisión, que si bien los demás son importantes, nosotros también lo somos.
- Eliminando creencias machistas.
- Reemplazando un modelo competitivo (siempre hay uno que gana y otro que pierde) por uno colaborativo (todos podemos ganar, por lo menos en algo).
- Aprendendiendo a pedir lo que cada uno esencialmente necesita, en vez de cubrirlo por el temor a la mirada del otro.
- Por último, tomando riesgos teniendo la seguridad que es nuestra propia vida y nuestro equilibrio emocional el que esta en juego.
¿Cómo puede colaborar el entorno de la persona?
Comprendiendo las inseguridades de las personas que sufren este síndrome, asegurándoles amor y protección, no permitiendo ser complacidas e invitando a que expresen lo que auténticamente piensan y sienten en cada situación.
* Directora del Instituto de Psicología Argentino (INEPA)
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