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CUERPO & ALMA | 25-10-2013 08:12

Cómo son los momentos previos a la muerte

La agonía, desde el punto de vista médico. La visión según las diferentes culturas.

Por José Miguel Gaona Cartolano (*)

El temor de muchas personas a la agonía previa a la muerte suele ocurrir por la potencial presencia de dos síntomas: dolor o ahogo. Quizás sean los más temidos y por los que más se suele tratar a los pacientes. Una vez que se pierde el control médico de ambos síntomas se suele recomendar la sedación del paciente cosa que no debe de confundirse con la eutanasia, propia de otro asunto distinto. Para efectuar la sedación se debe de buscar el consenso tanto del paciente como de la familia. Incluso, cuando observamos que el proceso va en aumento quizás sea ese el mejor momento para consultar con la persona que sufre la agonía.

No todo el mundo percibe la muerte como cercana. De hecho, morimos a diario, siempre un poco más cerca y solemos ignorarla. Sin embargo, me parece fundamental encontrarnos preparados para su cita. Ya en el siglo XV un libro llamado “Ars Moriendi” hacía furor en Europa. Sencillamente preparaba tanto a familiares como a enfermos a enfrentar ese momento de una manera muy práctica. Por ejemplo, en alguna de sus páginas, recomendaba encarecidamente que los amantes no coincidiesen en la misma habitación con la familia para evitar malos ratos que perturbasen el cercano óbito.

Mientras algunos la viven como una liberación otros protagonizan dramáticas escenas de negación hasta prácticamente el suspiro final. He visto como algunos moribundos se tiraban de la cama como en una imposible fuga de la muerte. Sin embargo, aquellos con firmes creencias espirituales y religiosas parecían yacer de mejor ánimo. Quizás una de las mejores maneras de aprender a enfrentarse a ella sea no ocultándola a las personas desde que somos niños, hablando de estas cuestiones con naturalidad, no olvidando que la muerte da sentido a la vida y que vivir de espaldas a ella nos crea la ilusión del infinito y la desvalorización de los momentos que vivimos cotidianamente.

Algunas personas son capaces de realizar como ha ocurrido hace poco en Argentina un pacto suicida ante la enfermedad de uno de ellos (N de la R, el caso Süllos) . Sin embargo, este aparente escape ha concluido de la misma manera a la que la enfermedad misma les conducía: a la propia muerte. Tan solo han acortado su vida, particularmente a uno de los miembros de la pareja de hermanos. No tiene especial sentido.

Por el contrario, otras culturas son más flexibles y muestran una mayor integración de la muerte en la vida diaria. Parte del año trabajo en África, Malí, al sur de Bamako. Allí suelo encontrarme con un gran amigo llamado Ibrahim. En una ocasión mientras hacíamos uno de esos viajes interminables por las carreteras llenas de polvo rojizo le inquirí acerca de la muerte:

“Ibrahim, ¿temes a la muerte?

El sonrió y me miró de soslayo. Pude adivinar, conociéndole después de muchos años, lo que pensaba: “El ignorante del blanco haciendo una de sus típicas preguntas”

“¡Claro que no Miguel! Cuando tú estás en Madrid yo no te veo. Tú no estás en mi mundo, sin embargo existes, ¿verdad? Siempre estamos en algún sitio.

La simplicidad pero rotundidad de su argumento me hizo pensar mientras el polvo rojo me llenaba por doquier. ¿Quién era yo para borrar la sonrisa a mi amigo? Pero lo mejor del caso es: ¿y si tuviese razón?. Paradójicamente, la idea de la muerte me hizo sonreír.

(*) José Miguel Gaona Cartolano, autor de El otro lado del túnel, de editorial El Ateneo. Doctor en Medicina (cum laude) en la rama de Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid, es máster en Psicología Médica y especialista en Psiquiatría Forense.

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