Egresada de la primer camada de Diseño de la Universidad de Palermo, Agostina Bianchi estudió además marketing de moda en la UB y se dedicó a armar pequeñas colecciones con una impronta vanguardista que, previo a la crisis de 2001, vendía en tiendas como Salsipuedes y algunos locales de la galería Bond Street.
Cuando todo estalló le surgió la posibilidad de irse a Italia, donde permaneció por tres años y medio y se dedicó a desarrollar su marca, que era un mix de tejidos y telas por entonces. Atenta a la demanda, se concentró solamente en hilados y logró ir expandiendo sus productos por diferentes paìses.
En su regreso a la Argentina, se contacta con la Fundación Exportar y logra llevar sus prendas a Harrod´s en Londres. Con su voz serena, cuenta "Ahí me ven los organizadores de una feria alemana, la Bread & Butter que es muy famosa por la forma de presentar a los diseñadores. Con un stand, consigo hacer ventas a lugares donde en mi vida había soñado. Ahí me empecé a profesionalizar y pude llegar a Noruega, Japón, Hong Kong, Chie, Uruguay, Costa Rica".
"A su vez", añade Bianchi, "cuando decido venir a la Argentina desarrollé el mercado a nivel nacional y en 2007 abro el flagstore en Palermo".
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A simple vista, una carrera meteórica pero si se desmenuza cada uno de los pasos, todo tiene un por qué: prendas integramente cosidas a mano, con diseños únicos y mix de diferentes técnicas de tejido, materias primas que respetan el medio ambiente y participación de comunidades aborígenes en la confección son algunas de las claves del éxito de la diseñadora.
Por ejemplo, en algunas de las prendas, participan de la confección los miembros de una comunidad toba que lograron compatibilizar sus milenarias técnicas con el estilo de Agostina Bianchi, llegando a aplicar un programa de reutilización total de los hilados sobrantes. Una vuelta a las raíces, con una mirada moderna pero siempre cuidando lo que nos da el planeta.
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