Hasta los cinco años el cerebro de los chicos funciona como una
esponja. Es por eso el asombroso desarrollo en los chicos que notamos en todos los niveles: físico, social, motriz, intelectual. En casi todos los campos, los más pequeños dan muestra de un rápido aprendizaje y grandes cambios. El cerebro, absorbe todo el conocimiento que recibe del entorno y entre tantas cosas que suceden
alrededor, está la lingüística.
Cada etapa de crecimiento es fundamental y en cada una de ellas son
muchas cosas las que podemos hacer para alentar la lectura y
enseñarles a leer.
Ya antes de cumplir un año los chicos dicen sus primeras palabras y
más tarde, a los dos o tres, ya usan ¡casi mil palabras!
Los padres pueden aprovechar esta etapa de aprendizaje para enseñar a
leer a sus hijos. Con paciencia y cariño lograrán que sus hijos
adquieran mucho más vocabulario y facilitarán su aprendizaje escolar.
¿Cuándo empezar? Los especialistas recomiendan hacerlo cuando el
niño cumple dos. Es ideal que sea uno de los padres quien comience con
la enseñanza y luego, cuando ya sea una actividad “rutinaria”, podrán
intercambiar los papeles.
¿Qué se necesita para empezar a hacerlo?
Buena disposición: Para las primeras sesiones hay que buscar el
momento oportuno en el que notes que tu hijo está con la disposición
de aprender. No comiences ninguna actividad si el pequeño está
cansado, tiene sueño o notás que su atención está dispersa.
Material atractivo: En las primeras sesiones de aprendizaje hay que
recurrir a material llamativo. Utiliza, por ejemplo, cartulinas
pequeñas y escribe palabras con marcadores de diferentes colores.
Utiliza también revistas, cuentos infantiles o libros con texto y
dibujos.
¿Cómo empezar?
Para cualquier método de enseñanza infantil la clave es la paciencia
y la constancia.
Para la primera “clase” se puede elegir palabras fáciles y familiares
como papá y mamá. La idea no es agotar al chico, sino que el momento
compartido sea agradable para todos, sin exigencias desmedidas. Hay
que demostrar alegría, entusiasmo para que el niño esté más receptivo.
Cada vez que se incorporen palabras nuevas, hay que volver a las
anteriores pero sin repetirlas mucho. Lo ideal es mantener un ritmo y
que no se aburra. Además de mostrarle la palabra escrita, se le puede
decir “aquí está escrito mamá”. Así nos aseguramos que el bebé está
viendo la palabra cuando la deletreamos o se la indicamos.
No lo retes si el niño no reconoce las palabras vistas en las
sesiones anteriores, este aprendizaje lleva tiempo. Hay que recordar
que la clave para que el proceso sea exitoso es la paciencia. Por eso
es mejor que elijas un número reducido de palabras, para que luego las
puedas conjugar y le enseñes frases cortas.
Cuando son más grandes, se puede utilizar dibujos y palabras que
indiquen lo que esos dibujos son. Por ejemplo, en su habitación poner
en la cuna la palabra cuna, en los juguetes la palabra juguetes, etc.
La idea es tratar de hacer de los encuentros un momento divertido, y
bajo ninguna circunstancia un momento de presión para ellos.
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