Friday 29 de March de 2024
CUERPO & ALMA | 28-09-2019 07:30

Sin prisas y con pausas

El Conejo Blanco de Alicia, muy analizado por la Psicología, mira una y otra vez su reloj y a lo largo de toda la historia de Lewis Carroll exclama: “¡Dios mío, voy a llegar tarde!”.

Por la Dra. Guillermina Rizzo (*)

Esbozaba el tema de hoy y daba unas cuantas “vueltas”, las horas  parecían encogerse y a toda prisa pude engarzar las ideas; convencida de que una reflexiona y merodea mentalmente sobre

aquello que necesita elaborar y también en ocasiones escribe sobre lo que necesita leer.

Hace tiempo que no les propongo asociaciones, así que ¡hagamos asociaciones!

¡Sin prisa! ¡No sirve “a las apuradas”!

Si digo conejo ¿en qué piensa? ¿En Bugs Bunny, Roger Rabbit Dependiendo de su edad y la pasión por el fútbol, bien podría ser “el conejo Tarantini”.

Tal vez conejo lo asocia lisa y llanamente con ese animalito suave, entrañable, encantador; también con un mago y una galera. Seguramente habrá quien lo relacione con la forma peculiar de aparearse; pues dicen que los conejos tienen un “apetito sexual insaciable” a tal punto que es imposible detenerlos; sus vertiginosas relaciones duran segundos.

El Conejo Blanco de Alicia, muy analizado por la Psicología, mira una y otra vez su reloj y a lo largo de toda la historia de Lewis Carroll exclama: “¡Dios mío, voy a llegar tarde!”. Combinación de exigencias exageradas, ansiedad y en ocasiones hasta paranoia.

¿Se le ocurre pensar que puede tener el Síndrome del Conejo de Alicia? ¿Cuáles son sus características y sus consecuencias?

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Sin darnos cuenta, y de la misma forma estrepitosa en la que Alicia cae por el túnel, transitamos por la vida; velocidad, prisa, estrés, derivan en malestar. Personalidades que sienten “llegar tarde” o que el tiempo siempre es escaso, transitan signadas por autoexigencias y la imposición, a veces autoimpuesta, de desarrollar múltiples tareas.

Con la misma rigidez de las agujas del reloj, tienen dificultades para establecer un orden de prioridades; lo banal, prioritario y urgente se entremezclan, colmando una agenda imposible de organizar en tiempo real y de ejecutar.

Elevadas exigencias que acarrean irreales expectativas, ansiedad omnipresente que ahoga las posibilidades de obtener resultados. Quien tiene el Síndrome del Conejo, no tolera la incertidumbre, tener todo estructurado se convierte en el mecanismo de defensa para sobrellevar lo incierto.

El exceso de perfeccionismo es el condimento ideal para socavar la autoestima y el autoconcepto; la frustración se incrementa ante la presencia del menor error.

¡Sin prisas! ¡Hay consecuencias!

Ansiedad, dificultades para conciliar el sueño, trastornos gastrointestinales, migrañas, palpitaciones y hasta conductas obsesivas focalizadas en las tareas y en los débiles resultados son algunas de las consecuencias.

El secreto o la solución no saldrá de “la galera” de forma rauda y veloz como lo haría un conejo; implica pausas y tiempo para desaprender lo arraigado. Distinguir lo urgente e importante de aquello que puede postergarse. Disminuir los niveles de exigencias, de autocrítica y de perfeccionismo.

Sugiero las 3 R: reconocer, registrar y reconciliar. Silenciar el cuerpo  y las necesidades acarrea trastornos psicosomáticos. Detectar la ansiedad es el primer paso para poner el freno, respirar profundo y reconciliarse con uno/a mismo/a; a veces somos nosotros/as nuestro peor enemigo/a.

Reconocer la importancia del ocio, registrar el derecho al placer y reconciliarse con aquellas personas y actividades que nos deleitan permiten dejar atrás el malestar y el repertorio de conductas rígidas y estructuradas.

Merecemos el tiempo, no es cuestión de vivir y hasta “sentir” como conejos. Celebro la presencia de esas personas que con una palabra, un gesto, una invitación, un mensaje, nos aletargan, nos detienen y nos conectan con aquello por lo que vale vivir sin apuros y sin prisas.

(*) Columnista en medios de comunicación. Twitter /@guillerizzo

F.D.S./

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