Thursday 18 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 28-01-2018 10:00

Esperar mientras se espera

Por: Guillermina Rizzo (*)

Mis queridos lectores, como ustedes saben los temas que comparto cada domingo surgen de situaciones mundanas y trascendentes, únicas y cotidianas, naturales y a veces exóticas, simples o complejas, triviales o importantes.

Algunas se dan en escenarios remotos y otras en lugares cercanos, los protagonistas son reales y en ocasiones imaginarios, el elemento presente es este vicio de observar lo manifiesto y lo latente, lo verbal y lo gestual, lo dicho y lo silenciado.

No sé si ustedes están eximidos de hacer trámites, pero estos meses a veces son oportunos para terminar con tareas pendientes que implican acudir a algún organismo y esperar…

De pequeña, ir a esas oficinas era casi como un juego sacar número del talonario que era igual al de las rifas de la escuela; del tiempo de espera no tengo noción, mi mamá se encargaba seguramente de entretenerme. En la adolescencia sacar turno ya de un aparato más sofisticado diferente al talonario sujeto con un hilo de años anteriores, también era sinónimo de juego, el entretenimiento era junto a amigas y consistía en hacer coincidir la cifra con la letra del abecedario, emocionante era si concordaba con la inicial del nombre de algún chico considerado “especial”.

Actualmente el número sale como por arte de magia de un tótem con una pantalla táctil portadora de un menú de opciones. Y observo: advierto resignación cuando hay 30 personas en espera, también noto ansiedad porque el tiempo es finito; no falta quien tiene esa capacidad de hacer amigos como si estuviera en una excursión y conversa con quienes están cercanos; están quienes ejercitan la mente y completan un crucigrama, mujeres que trasladan un kiosco en la cartera para sobrellevar la espera de los más pequeños; hay quejosos y optimistas, resignados y rebeldes. Y observo y recuerdo a Penélope, personaje épico de la Odisea, quien teje y desteje aguardando el regreso de Ulises.

¿Se aprende a esperar? ¿Cómo esperar mientras se espera?

La paciencia es la enemiga de la velocidad, pues estamos inmersos en un mundo donde la espera es sinónimo de improductividad acompasada del mandato “lo quiero yo”. Las postales son variadas y están enmarcadas por la ansiedad y la impaciencia: caminar enviando mensajes, conducir hablando “con manos libres”, esperar en la sala de parto y relatarlo en las redes sociales, cenar y atragantarse con el penal errado, comprar el juego para la cónsola que estará disponible en mayo de 2018. Hoy me sorprendió la oferta de cruceros para recibir el año 2019 a bordo.

Planear, premeditar, organizar, coordinar, y esperar son acciones contrarias a lo instantáneo, a lo inmediato y hasta lo automático; personas que en el afán por liberarse de estados de ansiedad y de adelantarse al mañana, arrasan y hasta pierden el presente. Se fomenta la impaciencia en detrimento del sabor de la espera, se vanaglorian tiempos frenéticos deteriorando momentos que seguramente merecen ser únicos; no es casual el abanico de consecuencias físicas y psicológicas por no saber o no poder esperar.

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Esperar significa “tener esperanza de conseguir lo que se desea; creer que algo sucederá”. Considero que esperar es un desafío y una oportunidad, pues implica desplegar la creatividad para elegir cómo y con quién se desea transitar ese período; es la posibilidad de darle un significado y un sentido aun tiempo ajeno a veces a nuestro control.

Esperar turno, esperar un cumpleaños, esperar un resultado, esperar la evolución del enfermo, esperar un hijo, esperar un regreso, la muerte destino inexorable al que todos iremos y que casi nadie espera.

Los invito a encontrarle sentido y hasta belleza a la espera, seguramente el goce y lo trascendente también están en lo previo.

(*) Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. Twitter @guillerizzo

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