Por Florencia de Sousa
Lorena Bassani supo ejercer con pasión el periodismo y, a modo de catarsis escribió un blog -cuando esa palabra era toda una novedad-donde contaba sus desaveniniencias diarias con un único fin. Encontrar una pareja. Quiero un Novio se llamó ese rincón que tenía en un sitio web y en poco tiempo, se transformó en libro. Todo marchaba aparentemente bien, pero un día algo cambió. Tal como define Julio Cortázar en so novela Rayuela: "Como si se pudiese elegir en el amor, como, si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.", Lorena se enamoró. Pero esto fue solo el click de algo mucho más profundo, que en resumidas cuentas, se relata en su segunda publicación: Amar Mejor.
-Éxito de visitas en internet, la publicación de un libro y exposición no buscada, ¿cuánto pesaron estos factores para que un día digas ‘hasta acá llegó mi amor’ y dejaras todo lo que tenías en ese momento, incluida la profesión?
-Quiero un novio fue mi mejor momento profesional pero fue devastador en lo personal. Yo no había buscado llegar hasta ahí, sucedió todo por arte de magia. Casi literalmente. Como si el destino me llevara hasta el abismo porque sabía que había otro camino necesario que hacerme recorrer. Sin dudas, había otro camino. Mi nueva vida. La de dejar de comunicar cosas que no me interesaban para empezar a comunicar conciencia. Con todo lo difícil que eso resulta. Imaginate que no es fácil pasar mensajes que te quitan de la comodidad y que te dejan haciéndote preguntas muy polémicas como: ¿Cuál es tu esencia? o ¿Quién sos vos en realidad?
-¿La gente le escapa a la verdad?
-Sí, claro. Nos asusta. En ese momento, yo sentía que había llegado a tener la vida que siempre había soñado pero, por otro lado, no era feliz. Había un vacío muy grande. Y cuando existen estos vacíos, uno cree que tiene que ver con lo que le falta, como una pareja, por ejemplo. Y no. Tiene que ver con lo que no reparó, con lo que todavía no puso en conciencia. Con lo que carga. Mi profesión, la exposición, los medios, la cantidad de visitas de los sitios en los que trabajaba, los periodistas y, fundamentalmente, tener un jefe, ya no tenía nada que ver con quien era yo. Siempre fui una revolucionaria así que me tiré al vacío. Ahí me di cuenta de que podía ser libre fuera de la estructura o del mandato.
-¿Por qué, según tu experiencia y los casos que seguramente conoces, la gente basa casi toda su vida en otra persona y cree que sin una pareja no puede seguir?
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-Yo me enamoré muchísimo de un hombre y creí que iba a esperarlo toda la vida. Me volví adicta a él y a su maltrato. Así que sé muy bien de lo que hablo. Porque enamorarse te hace adicto a alguien y eso no está bien, eso no es amor. Enamorarse es una peligrosa distorsión con muy buena prensa de lo que es el verdadero amor. El amor verdadero, te juro, es libertad pura. Es jugar con el otro a la par. Es divertirte y aprender. Siempre. Es entender sus caminos, comprender sus aprendizajes, sus momentos y saber que ese que amamos es un alma que llegó a nuestra vida por un día o por 48 años. Y que la relación se va a medir por el crecimiento y no por la cantidad de tiempo que estén juntos.
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-¿Por qué decís que enamorarse está mal?
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-No estamos acostumbrados a la libertad. Nos da mucho miedo. Cuando nos enamoramos naturalizamos el poseer, el celar, el pelearse, el manipular, el sostener imposibles, el dominar o el dejarnos someter por el bendito beneficio de tener alguien calentado la silla. Amamos muy mal porque nuestras heridas no resueltas son las que eligen personas con las que repetimos patrones de dolor ancestral. Nuestra peor condena es repetir sin saber que lo hacemos. Hasta que salís de la rueda y empezás a amar mejor.
-¿Cómo fue el camino para llegar a Amar Mejor?
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-Fue doloroso, como todo camino de ruptura. Yo tuve que matar de dos tiros en la frente al personaje que había construido para que el mundo no me coma. Tuve que buscar mi esencia, fue lo único que me salvó la vida. Porque yo no era la mujer omnipotente y sarcástica que mostraba ser. Siempre un bombón de chocolate. Inocencia pura. Pero no lo recordaba. Siempre fui amorosa, pero parece que ser amorosa en el mundo de los medios no garpaba. Cuando me alejé, empecé a conectarme con esa niña que había dejado en algún lugar. Y volví a tener una sonrisa mucho más genuina que falsa. Una noche me desperté y escribí 37 hojas de Amar Mejor sin respirar. Fue practicamente un milagro. Ahí supe que mi nuevo camino estaba guiado por el Cielo.
-¿Es utópico creer que existen las almas gemelas, o en el caso de no encontrarla, conformarse con el refrán de la abuela que consolaba al decir ‘siempre hay un roto para un descocido’? ¿Por qué la gente en su mayoría cree que no puede estar sola?
-Cuando empecé a estudiar relaciones kármicas y amores espirituales tuve que enterrar uno de los conceptos más deformados de la humanidad: el de las almas gemelas. La gente no sabe lo que es y la busca a su alma gemela como si fuera un paquete de yerba en el supermercado chino. Si supieran lo que es, no buscarían tanto. El alma gemela, lejos de lo que se cree, es un amor espiritual que llegó a esta tierra para elevar la frecuencia de amor del planeta y no necesariamente para concretar una pareja tradicional contigo. El camino del alma gemela es de puro aprendizaje. Es sumamente doloroso. Y no tiene que ver con las expectativas románticas de la famosa media naranja de la telenovela. El alma gemela te conecta con tu esencia sí o sí y te ayuda a amarte más a vos mismo y a los demás. Si no te mata de amor antes, claro...
-¿Cómo y cuándo se te ocurrió que tu experiencia podía servirle a otros y planteaste hacer charlas donde te expones vos con tu historia y escuchas a los asistentes y sus problemáticas, que en su mayoría se trata de temas de pareja?
-Yo le cambio la vida a las personas. Hago eso desde siempre. Pero sé que lo hago a partir de mi propia transformación. Nadie puede hablar de cambio sin haber transitado la muerte seguida de nacimiento. Y por eso me expongo. Para que ese cambio sea genuino. No hablo desde la teoría solamente. Hablo desde el haberme revolucionado miles de veces. Siempre la vida me llevó a lugares incómodos. Jamás me llegaron personas fáciles para amar. Siempre tuve que atravesar miedos enomes y prejuicios insoportables para poder acercarme al amor. Siempre tuve que traspasar una nueva barrera. Pero cada vez estoy más liviana. Cada vez más. Más pura. Esa fue la única manera que encontré para acercarme a otros: ser verdad. Cuando sos verdad, ayudás a que otros lo sean. No te queda otra.
-¿Cómo crees que podes ayudar a aquellos que acuden a vos, ya sea porque se sienten identificados, porque te leyeron o simplemente porque necesitan ser escuchados?
-Hago tres pasos con las personas. Lo primero es acercarlos a su esencia. A esos que eran cuando eran pequeños. Esos seres puros y llenos de amor que llegaron al mundo con unas características especiales. Lo segundo es entender por qué se separaron de este núcleo de amor que eran. A esto le llamo identificar las heridas emocionales que tenemos y empezar a sanarlas. Y lo tercero es el encuentro con la misión. Cuando ya sabés quién sos y por qué dejaste de ser quien eras, sólo falta preguntarte: para qué estoy acá. ¿Cuál es mi verdadero propósito de vida? Y ahí llega a esta etapa. La más divertida. La de la acción. En esa etapa estoy yo ahora, por ejemplo: en la de expandir mi mensaje de conciencia a todos. Porque ya no quiero un novio. Ahora quiero salvar al mundo.
Con encuentros que se realizan una vez por mes (aproximadamente) y localidades agotadas, Bassani se encontrará con aquellos que les interese el próximo 6 de noviembre en el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660 a las 19 horas). La entrada es gratuita. (Para reservar las entradas del domingo vía mail a [email protected])
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