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CUERPO & ALMA | 26-06-2015 07:52

Por qué el amor a veces envenena

En la actualidad existen distintos modos de conectarse cuando estás enamorado, pero no todos son saludables.

Por Bàrbara Defoix

El amor es quizá uno de las emociones más propias del ser humano, todos lo experimentamos en algún punto de nuestras vidas. En una visión utópica, ese sentimiento es el que nos hace mejores: nos lleva a apreciar lo que podría pasar desapercibido, a soportar lo inaguantable, nos da fuerzas, nos alienta, nos sana por dentro, nos esperanza. Al menos así es como se supone que debería ser.

Como decía el poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang Goethe “cierto que en el mundo de los hombres nada hay necesario, excepto el amor”, pero ¿qué pasa cuando las mariposas en el estómago se convierten en acidez? A pesar de que en su máxima expresión, esa emoción es algo beneficioso, en la actualidad existen distintos modos de conectarse cuando estás enamorado, pero no todos son saludables. Hay vínculos que son dañinos pero que no se rompen y, en tratar de sostener lo insostenible, hacemos un uso indebido del amor.

Sobre eso, entre otras cuestiones, reflexiona el psicólogo Fabio Lacolla en su nuevo libro “Amores tóxicos” inspirado en el blog homónimo del portal Infobae. En un tono ácido, humorístico e irónico el escritor plantea una premisa reveladora: cada uno tiene la pareja que se merece. “Cada cual tiene una relación directamente proporcional al trabajo que uno haya hecho consigo mismo. Antes que enamorarse de otras personas hay que enamorarse de uno. Las personas que no se quieren buscan en el amor un salvavidas. Uno tiene que llegar primero a conocerse a sí mismo, saber qué quiere y qué no y, cuando se está neuróticamente bien, recién ahí se está preparado. Hay que llenarse de amor para que aparezca el amor”, expone el experto en diálogo con Perfil.com.

¿Qué hacer entonces cuando los vínculos son perjudiciales para el propio organismo? “Pedir ayuda, reconocer que hay un problema, ser autocrítico y amparase más en el acto que en la palabra: las decisiones no se toman solo con una buena idea, sino que hay que actuar consecuentemente”, explica Lacolla.

Una de las grandes dificultades de las relaciones es cómo terminarlas. Una vez tomada esa decisión las redes sociales son un factor fundamental, pues pueden ser usadas como un instrumento para abrir nuevos horizontes y conocer gente nueva o, por el contrario, una herramienta para seguir de algún modo 'conectado' al otro. Como dice Lacolla, “una red social es como un bisturí, lo puedes usar para curar o para matar”.

El especialista analiza que los vínculos amorosos del siglo XXI se caracterizan por ser más perecederos. “Los chicos de hoy toman al amor como un utilitario, es decir, te sirve lo tomás, no te sirve, lo dejás y nadie se ofende, duran lo que tienen que durar. Ya no hay tanta presión, antes una relación era eterna, en cambio ahora uno se siente más libre, no tiene que cargar con esa fantochada del amor romántico. El romanticismo es para el enamoramiento pero no para el amor”, analiza.

Uno cambia y evoluciona con el correr de los años, por ello aquellas personas que están en una relación duradera van sorteando crisis que provocan sus propios cambios. “Cada cinco-diez años una pareja debería recontratar el modo de vincularse, porque uno no es el mismo a los 20, que a los 30 o a los 40. Cuando uno se desvía del proyecto de vida inicial el otro lo vive como una traición. No es fácil vivir con alguien siempre en la misma sintonía. El mejor remedio para el amor es la verdad, el motor de relación”, argumenta Lacolla.

Con su libro, el bloguista reflexiona sobre los aspectos más escabrosos del amor con una mirada sarcástica: “Es un 'acompañante terapéutico' y no un libro de autoayuda. La psicología es de la gente y por ello hay que hablarle de manera llana y simple. El tema del amor es algo que nos toca a todos, por ello genero un clima de complicidad con el lector, tomarlo de la mano, verlo a los ojos, esa fue la intención narrativa. Para hablar del amor tiene que hacerse a media luz, con tono bajo y mirando a los ojos. Del amor no se habla en las alturas, sino caminando por la calle”, plantea.

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(*) De la redacción de Perfil.com | Twitter: @BarbaraDefoix

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