Tuesday 19 de March de 2024
CUERPO & ALMA | 19-08-2018 10:00

No se puede correr a la niñez

La infancia en el siglo XXI no se achica, son los padres que reducen las grandes funciones que tienen como deber desempeñar.

Por Guillermina Rizzo*.

Primero, segundo, tercero… ¿En agosto? ¿En noviembre? ¿Todos los días? ¿Qué sucede con la celebración del día del niño? ¿La fecha se desplaza según variables económicas? ¿Los niños se agrandan? ¿Los adultos se achican? ¿La adolescencia se inmortaliza?

Si bien fue el 20 de noviembre de 1952, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas se reunió con el objetivo de reafirmar los derechos universales del niño, sugiriendo a los gobiernos de todos los países del mundo que destinen una fecha para celebrar su día, en Argentina el día se desplaza; año tras año se traslada y “gatea” en el calendario, cuando trabajar y defender los derechos de niños y adolescentes debiera suceder los 365 días.

Sabemos de dónde vienen los bebés, o como dice Pedro de 5 años “cómo se hacen los bebés”, pero ¿quién arrebata la infancia?

Adultos tienen la sensación de que los niños crecen en un cerrar y abrir de ojos, que “los de ahora” son más rápidos o despiertos que los de épocas pasadas, aunque históricamente los “locos bajitos” siempre juegan a ser grandes y actuar como adultos, simulacro que permite incorporar, significar experiencias y emular actividades vedadas para su edad.

Es habitual como erróneo que una madre lleve a la peluquería a su hija para ambas disfrutar de la manicura como también advertir niños con cabellos platinados, jopo, cual astro de fútbol. Postales que denotan adultos en miniatura, porque quienes debieran ejercer los roles de sostén, cuidado y afecto, abdican en sus funciones en un anhelo de retorno hacia la adolescencia.

Vestimenta, literatura, hábitos, y destreza en el manejo de la tecnología evidencian una infancia adulterada, arrebatada por los mismos adultos; y pequeños de 8 y 9 años oscilan entre la extroversión y la introversión casi como un adulto bipolar, alteraciones en el sueño, irritabilidad, cambios repentinos en el estado de ánimo, interés en relacionarse con el sexo opuesto, son conductas inestables propias de adolescentes. ¿Quién empuja a saltar 4 años significativos? ¿Hacia dónde deriva el salto? ¿Qué vínculos deben tejer los adultos cual red de contención de modo de no arrojar generaciones al vacío?

Padres celebran cuando los niños pronuncian palabrotas, cuando las niñas modelan como si desfilaran en la pasarela, entender que cuando lo que debiera ser un juego se instala como postura genera consecuencias. Saltar etapas implica posicionarse y gestionar situaciones para las que aún no se está preparado, mucho menos resolverlas.

La infancia en el siglo XXI no se achica, son los padres que achican las grandes funciones que tienen como deber desempeñar; los límites se desdibujan, se diluyen, se esfuman y los niños quedan librados al azar, al grooming, la violencia, la bulimia, la anorexia, el consumo temprano, el narcotráfico, así el desarrollo pleno, el transitar intensa y adecuadamente cada etapa se transforma en una utopía.

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¡Frená! Dejá de correr, mirá a un niño a los ojos y reflexioná.

Mi querido/a lector/a, mi homenaje a los niños en el día de hoy consiste en recordarles que los juegos adecuados para cada etapa evolutiva son irreemplazables y tienen un fin; un niño es niño y no puede ser confidente ni mucho menos árbitro de las disputas hogareñas. Escuchar desplegando las orejas y el corazón, permite establecer una comunicación enriquecedora y evidencia lo importante que es la infancia, de esta manera comprende que su tiempo es respetado y avalado para que lo transite como niño y viva como niño.

¡Frená! ¡Animate! Ensuciate las rodillas y jugá con un niño. Un regalo que no tiene precio.

(*)  Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. | Twitter @guillerizzo

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