Tuesday 19 de March de 2024
CUERPO & ALMA | 20-05-2018 10:33

Sentir sin medidas y viceversa

Lejos de medidas y cálculos, las relaciones sí pueden ser categorizadas.

Por Guillermina Rizzo*

¿Quién no tiene un conflicto y apela a distintas vías para resolverlo? Si de medir o calcular se trata hay varias posibilidades: balanza, tal vez es cuestión de peso; calendario, tal vez es cuestión de tiempo; cintra métrica, tal vez es cuestión de medida; velocímetro, tal vez es cuestión de velocidad; termómetro, tal vez es cuestión de  temperatura; a veces pareciera que ningún instrumento arroja los resultados esperados.

¿Se pueden calcular los sentimientos o simplemente se sienten? ¿Cómo medir las relaciones? ¿Cómo calcular la reciprocidad?

En las consultas terapéuticas es una consulta constante los conflictos de pareja, traducidos en frases tales como: “yo entrego más; lo que me da no me alcanza; me usa y luego se va…” estas frases y otras similares ponen en evidencian un problema, Así, la lista en las que prevalece el estado de insatisfacción podría multiplicarse como tantas personas existen y a su vez multiplicarlo por dos, a veces por tres o cuatro, dependiendo si intervienen otros parientes en las apreciaciones y sugerencias.

Según la Psicología, gran parte de dichas manifestaciones ponen de manifiesto una dependencia afectiva, y si las relaciones y sentimientos deben ser sometidas a fórmulas matemáticas estamos en presencia de un problema que tiende a complejizarse.

Lejos de medidas y cálculos las relaciones sí pueden ser categorizadas. Se define vínculo temeroso cuando prevalece el miedo a la pérdida, el fracaso o el abandono; es característico en personas inseguras y dependientes emocionalmente. La relación se torna en una pesadilla en la que reina el estado de ansiedad y en ocasiones deriva en episodios de pánico por temor a que el amor disminuya con la consecuente renuncia al compromiso asumido o la infidelidad.

Vínculos fundidos son aquellos en lo que se esfuma la identidad, adoptan los gestos, estilos, hábitos y formas del compañero llegando a la imitación; la fusión acarrea la pérdida del sello personal y lo que es peor aún del amor propio y la autoestima, amores posesivos en los que se pretende que los dos se conviertan en un uno.

Relaciones opresivas o asfixiantes son aquellas en las que no hay lugar para la libertad, abarcando amistades, actividades, gustos, metas y hasta opiniones. Las relaciones inteligentes y sanas se consolidan a partir del respeto por los espacios, tiempos, necesidades y deseos del otro.

Amores insaciables se corresponden con las relaciones obsesivas en las que se pretende controlar al otro bajo el argumento de “solo voy con vos, duermo con vos, almuerzo con vos, viajo con vos…” y la vida es vivida si “es con vos”. La separación y la distancia son un martirio y el estrés se reparte por igual entre quien ama obsesivamente y el destinatario del afecto.

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No es cuestión de horas, minutos, días o años, la magia del amor reside en que no hay certezas y es una construcción permanente, quien no está dispuesto asumir las incertidumbres lejos está de cultivar una relación plena.

Viene a mi mente José, quien, sin agobios, obsesiones, mucho menos atadura o dependencia se dio permiso para lo incierto. No midió, no calculó, titubeó y se entregó; logró deconstruir el trauma o la creencia de que usaba a la compañera por tener encuentros íntimos sublimes. Citas apasionadas amalgamadas con extensas charlas inteligentes en torno a proyectos individuales pero acompañadas de detalles, cuidados mutuos y respeto se traducen en una relación de años; entendió que una relación plenifica cuando no hay presiones, posesiones ni rutinas.

Transitar con independencia, liviano de equipaje y llevando las riendas de la autonomía afectiva y emocional aseguran historias en las que por momentos alguien se vacía y otro se colma, y viceversa.

(*) Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. | Twitter: @guillerizzo

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