Saturday 20 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 25-03-2018 10:00

Cuando se frunce el rostro

La cara es motivo de estudio de varias disciplinas.

Por Guillermina Rizzo*

Mi querido lector, tal vez usted es de los que va al médico y ruega que el facultativo no le hable con conceptos inentendibles, difíciles; o tal vez luego de la consulta llega a su casa y atrincherado en la computadora busca en Internet lo referente a su patología sintiendo todos los síntomas que arroja el buscador.

Tal vez está en la categoría de los que tienen el informe de los estudios y lo mira a trasluz; o tal vez no le importa llegar a la cita con el sobre hecho trizas pues es de los que lo lee en un cónclave familiar en el que todos opinan.

Tal vez está dentro del grupo que deja pasar tiempo, hasta que se arma de coraje y va al encuentro con esa actitud de “animal al matadero” y mientras el galeno, con la pericia del cirujano abre el sobre con el cortapapel, usted imagina su propio funeral.

El caso de Juan pareciera único, el médico luego de un análisis exhaustivo resume el diagnóstico en un concepto poco académico pero entendible, con “cara de ciencia” expresa que la dolencia se inscribe como “caracúlico”.

¿La insatisfacción puede catalogarse como patología? ¿Cuándo las mejillas se convierten en nalgas?

El rostro humano es motivo de estudio de varias disciplinas. David Le Breton, sociólogo y antropólogo francés sostiene que “todo lo que pasa en el mundo está en el cuerpo”, en su libro “Rostros” refleja las paradojas de la complejidad del rostro humano; y afirma que “cambiar de rostro es cambiar de existencia”.

Experiencias gratas, dolorosas y estilos de vida van esmerilando y tallando el rostro, la historia queda reflejada y salvo una cirugía que borre lo que lágrimas y sonrisas fueron grabando, la cara es la carta de presentación de una biografía, como también lo es la forma de caminar, la postura, la voz, la vestimenta, entre otros factores.

Denominado vulgarmente “caraculismo”, la Psicología lo define como Síndrome de Insatisfacción Crónica. Reconocida actualmente como una patología, quien lo padece es incapaz de experimentar satisfacción; se aleja de los motivos valiosos para centrarse en nimiedades negativas persistiendo en un estado de insatisfacción permanente.

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El optimista se centra en aspectos positivos, el pesimista en los negativos, el insatisfecho en cambio, además de percibir el vaso “medio vacío” y con gran dosis de egocentrismo, elucubra una historia asumiendo que todas las desgracias solo le suceden a él, siendo “¿por qué a mí?” su frase favorita.

La cara fruncida es el rasgo particular combinado con innumerables quejas, tiene dificultad para visualizar soluciones; bucea en los aspectos desfavorables hasta magnificarlos, aún ante una buena noticia. Fija objetivos inalcanzables y al lograrlos minimiza el resultado, así se aleja del goce formulando nuevas y arduas metas.

Si bien una dosis justa de insatisfacción es necesaria como motor de cambios, es perjudicial cuando se torna en rasgo permanente; y no solo es una condición individual, sino que también puede ser social, basta recorrer geografías para advertir comunidades signadas por la insatisfacción.

Una raya en medio de la cara refleja gran autoexigencia, prevalencia del deber ser y la imposibilidad de mirar el aquí y ahora encontrando motivos de regocijo. Una cara fruncida la sufre el portador y también quienes lo rodean, quienes generalmente con preocupación, emprenden la aventura de descifrar la simple raya, jeroglífico que resume muchas insatisfacciones.

Las reglas sociales exigen que ciertas partes del cuerpo deben ser preservadas y cubiertas, y si bien cada uno tiene derecho a hacer de su cara lo que desea, cuando se frunce el rostro hay dos caminos: un buen terapeuta o una linda “ropa exterior” que nos proteja.

(*) Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. | Twitter: @guillerizzo

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