Saturday 20 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 02-07-2017 10:00

¡Qué detalle!

Tiempos signados por lo “urgente” no habilitan espacios para las anécdotas y el detallismo.

Por Guillermina Rizzo *.

Quinto día hábil del mes es el momento más esperado por Germán y por muchos, generalmente los sueldos están acreditados en las cuentas bancarias. Con resignación hay que asumir que se permanecerá una hora en la fila del cajero automático.

Mientras, Germán advierte que la señora que está delante tiene las medias corridas, el señor que se encuentra muy cercano a él tiene recortado el bigote de manera despareja, un niño impaciente tiene una campera dos talles más grandes y, en la esquina, un hombre con su bastón espera la llegada de un ser amable que lo ayude a cruzar la calle.

¿Los detalles pierden vigencia en tiempos vertiginosos? ¿Esos “pormenores” aportan ventajas al momento de tomar decisiones? ¿Las personas detallistas tienen mayor capacidad de empatía?

El vocablo detalle en su acepción etimológica proviene del francés ‘détail’ y este, del verbo ‘détailer’ que significa “cortar en pedacitos”; de allí la noción del concepto detalle que hace referencia a partes pequeñas, se trate de hechos o situaciones, que forman parte de otra mayor; también se refiere a circunstancias y datos que completan o aclaran un relato; otro significado aduce a gestos de delicadeza y amabilidad.

La caída del muro de Berlín según algunos autores marca el inicio de la posmodernidad. Una de las características sobresalientes de esta era es la sensación de vértigo y velocidad que reviste la vida cotidiana donde no existe la posibilidad para la pausa y menos aún para el “ocio fecundo” al que hacía referencia Sócrates en la Antigua Grecia, motivo por el cual no hay lugar para los detalles y los detallistas, tiempos veloces fusionados con reiterados mandatos en los que el otro es prescindible.

Al momento de tomar decisiones personales o dentro del ámbito laboral se pondera a aquellas personas que “sin perder tiempo”, sin anticipar consecuencias colectivas, toman medidas intempestivas amparándose en el logro de un objetivo, en alcanzar un resultado o una cifra, izando la bandera de la eficacia y el éxito. De esta manera, sin tiempo que perder, con firme determinación y sin esa capacidad de reparar en los “detalles” por ser considerados insignificancias, se arremete a toda velocidad sin nadie en quien pensar y sin nada que preservar.

Tiempos signados por lo “urgente” no habilitan espacios para las anécdotas y los detalles, y precisamente en esos “pormenores” y en ocasiones, radica el alcance y el sentido de los sucesos y las decisiones.

Andar con miramientos en tiempos de aceleración constante es un acto de generosidad, pues quien sabe contemplar los matices alcanza a ver lo que para otros es imperceptible, nimiedades que luego se tornarán trascendentes; entendiendo y comprendiendo con maestría a los otros y logrando mayor empatía.

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En la actualidad se le rinde tributo a “salir del paso” tomando atajos y con acciones facilistas en pos de la eficacia y la obtención de resultados en el menor rango de tiempo; a veces se descalifica a la persona detallista por considerarla falta de coraje y decisión, contrariamente la característica saliente es que no arrasa sin distinción con todo lo que hay su paso, pues tiene la capacidad de advertir esas “pinceladas” y ver lo que otros no perciben.

El detalle es un corte, es una parte mínima, no siempre es algo accidental y sin valor, por el contrario, descuidar esas pequeñeces implica que ya no queda mucho que cuidar, aniquilar “lo intrascendente” puede ser decisivo, pues tal como decía Francisco de Quevedo “una sola piedra puede desmoronar un edificio”.

(*) Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. | Twitter: @guillerizzo

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