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CUERPO & ALMA | 12-03-2017 09:00

Vuelta a clases: el Bullying nunca se toma vacaciones

El regreso a las aulas debería ser pura alegría pero a veces es una pesadilla.

Por Dra. Guillermina Rizzo.

Volver a la escuela para algunos es un momento de alegría, expectativas, ansiedad… Para otros es realmente una pesadilla, pues implica volver al encuentro de aquellos otros que se encargan de que la estadía escolar sea un tormento…

Reflexionar sobre “escenarios escolares y Bullying” nos sitúa ante una problemática relativamente nueva en nuestro país, aunque la violencia surge casi con la institución misma. Hace casi 17 años podemos decir que recién empieza a tener visibilidad este fenómeno, el mismo día en el que “las armas llegan a la escuela”, un joven al que apodaban "Pantriste" asesinó de un balazo a un compañero e hirió a otro a la salida de un colegio en Rafael Calzada.

El tema quedó en la crónica periodística, tal vez la sociedad lo ignoró pues era golpeada por la crisis que marcaría nuestra historia. Transcurridos 4 años “las armas ingresan al aula”, y una ciudad remota para muchos – Carmen de Patagones- amanece bañada en sangre y espanto.  El martes 28 de septiembre de 2014, un adolescente apodado “Júnior” por su condición de menor, dijo: "Hoy va a ser un lindo día", seguidamente extrajo de su mochila la pistola Browning calibre 9 milímetros de su padre y disparó sin pausa sobre sus compañeros; lo que parecía un día más de clase se convirtió en un caos: Evangelina Miranda, Federico Ponce y Sandra Núñez murieron alcanzados por las balas.

¡Suena el timbre…! Lo que indica que las puertas de las aulas ya están abiertas para el aprendizaje y también para el “tormento”; el bullying permaneció agazapado o estuvo tras su presa en las vacaciones.

¡Suena el timbre…! Y debiera despabilarnos, ya que las estadísticas revelan que la problemática va en aumento. Más allá de las cifras y de los terribles casos extremos que culminan en asesinato o suicidio, el discurso devenido en lamento reiterado en cada escenario resuena y cala profundo; adolescentes expresan: “Lo decimos pero nadie nos presta atención”, docentes se quejan: “No sabemos cómo abordar el tema”, los padres: “Necesitamos ayuda”, y así se suceden los testimonios, las excusas y las escasas intervenciones cargadas de impotencia.

Transitar por una escuela implica ser testigos de infinitas historias. Zigmunt Bauman expresaba en 2005 que “en nuestro mundo de rampante individualización, las relaciones son una bendición a medias; oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, no hay manera de decir en qué momento una se convierte en la otra”. Si nos remitimos al bullying podemos situar la problemática más cercana a la pesadilla, pues los escenarios escolares son el espacio donde la violencia emerge como un modo de relación.

El bullying es un fenómeno social complejo y es un tema presente en el mundo; quienes hemos transitado por una escuela podemos recordar cómo un alumno o un grupo de ellos se “ensañaba” de forma sistemática con otro, lo excluían hasta llevarlo al ridículo antes sus compañeros y a veces ante toda la institución. Agresiones, intimidaciones, acoso, coacciones, manipulaciones entre alumnos son expresiones que prácticamente han nacido junto con la institución misma solo que actualmente sabemos que genera daños psicológicos tanto para la víctima, el victimario y también para el espectador.

Hablar de bullying lamentablemente nos remite a conflictos minimizados por los mismos actores institucionales, que de prestarles la atención oportuna evitaría males mayores; minimizado, ignorado o eludido el bullying traducido en distintas acciones generalmente enciende una luz de alarma únicamente cuando toma dimensiones extremas; puesto que mientras el bullying suele ser percibido y significado “como normal”, máxime si no provoca lesiones físicas, sigue siendo invisible o silencioso ante los ojos de docentes, directivos, familias, gobiernos.

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El bullying no es privativo de un sector social o de una determinada franja etaria, es un modo de relación que deber ser “des-armado”, urge alfabetizar las emociones de forma tal que la convivencia pueda ser aprendida y gestionada en cada jornada escolar. Los escenarios escolares deben habilitar espacios superadores, y no una sucesión de relatos “casi” salvajes.

(*) Columnista en medios de comunicación.  | Twitter: @guillerizzo

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