Thursday 28 de March de 2024
CUERPO & ALMA | 26-02-2017 10:00

¿Todo el año es Carnaval?

Nos hallamos en una fiesta eterna.

Por Dra. Guillermina Rizzo

El carnaval tiene su origen en fiestas paganas que se realizaban en honor a dioses en Egipto, antigua Sumeri o el Imperio Romano. Actualmente está difundido por distintos países y en las regiones de tradición cristiana dicha celebración precede a la Cuaresma. Hoy, el carnaval se torna en atracción turística: Río de Janeiro es sede de los más famosos por la explosión de color y música, Corrientes, Bolivia, Venecia, entre otros, son epicentro de esta festividad.

Actividad lúdica por excelencia, cuenta la leyenda que son las noches del “vale todo” y por ello la utilización de las máscaras. Es el momento donde surge “el cómo sí” típico de los juegos infantiles, período donde “casi todo está legitimado”. Son días de alegría y de mayor permisividad, desfiles de comparsas que se organizan con antelación y en ocasiones sus cánticos reflejan situaciones cotidianas y también algún que otro pesar o conflicto social; lo cierto es que en dicha fecha se ve un desfile de personajes de acuerdo a lo que permita la imaginación y el presupuesto. Niños que en un abrir y cerrar de ojos se convierten en un héroe que admiran, adultos que -cual viaje al pasado- regresan a épocas anteriores y emulan un bebé “regordete” con piernas y bellos que revelan otra edad, nunca falta la resignada ama de casa que plasma su sueño de ser la “mujer maravilla” con la posibilidad de atrapar con el “lazo de la verdad” a más de uno que tal vez le propinó una mentira, y no está ausente algún avezado anciano con su traje de gladiador recién salido del circo romano.

Joan Manuel Serrat en Fiesta, describió con excelencia los días de carnaval, escuchar su melodía y comprender su letra conducen a un viaje en el que hay permiso para invertir los roles.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando para algunos “sigue el baile y pareciera que todo el año es carnaval”? , ¿cuándo la irresponsabilidad se perpetua en el tiempo?. ¿cuándo los roles invertidos de manera permanente desfilan una vez concluida “la fiesta”?

Vivimos en una época donde valores parecieran ser perecederos, donde los objetivos colectivos y la solidaridad cuestan ponerlos en acciones y quedan detrás de las máscaras de la indiferencia y de la careta del beneficio individual. Nos hallamos en un carnaval eterno con un “desfile” de enunciados con la palabra libertad en boca de personajes que circulan con propuestas y productos que esclavizan cotidianamente. Tiempos donde pululan los “falsos superhéroes” que tientan a adolescentes y jóvenes con “la sustancia mágica”, que lejos de solucionarles la vida los introducen en el largo y penoso camino de las adicciones. En este desfile del siglo XXI no faltan “los distraídos”, que con la careta enfocada en otra dirección no advierten una falta de gravedad y se tornan en cómplices de una situación o de la corrupción que requiere denuncia o al menos intervención; “disfraces de profesionales” que en nombre de la profesión que no pueden enaltecer no reparan en el prójimo, y si no hay ganancia asegurada no hay atención; “careta de campeón de Fórmula 1” que transgrediendo una y otra vez, conduce alcoholizado y “su comparsa” arremete contra el peatón; y el peor de los disfraces: “el del adulto que no puede ser adulto” y nunca responde por las consecuencias de sus actos llegando al extremo que son sus propios hijos los que asumen el rol del adulto.

Dice el slogan “sin espectador no hay espectáculo”, que el carnaval dure tres días o “siga el baile” dependerá de todos, más allá de las caras y las caretas.

Twitter: @guillerizzo

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