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ACTUALIDAD | 18-06-2016 07:48

Crecen las alternativas más ‘extremas’ para hacer yoga

Acrobática, sobre tablas de surf, en el agua, al desnudo o voga, que imita poses de modelos, tienen distintas exigencias y suman adeptos en el país.

Por Gabriella Botello. 

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Por el aire y en el agua: a la tradicional conexión que propone el yoga con la tierra se suman cada vez más variantes que hacen de esta disciplina milenaria algo más parecido a un deporte extremo. Esas opciones –que incluyen desde asanas (poses) en piletas o sobre una tabla de surf, acrobacias y poses de danza hasta nudismo– entusiasman cada vez a más fanáticos y, al mismo tiempo, son cuestionadas por los más tradicionalistas (ver aparte).

“Es un combo completo: fortalecer y relajar”, explica Chris La Valle, la pionera de water yoga (yoga acuático) en el país. Según la experta, esta práctica no sólo relaja el cuerpo y fomenta la flexibilidad en agua templada, sino que además conecta el cuerpo con el subconsciente.

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“Hay posturas que no pueden lograrse en tierra, que se logran en el agua”, sostiene la yogui. “Nunca pensé en encontrar mi eje así”, coincide Martina Arriaga, una abogada de 30 años que lo eligió durante su embarazo. Desde clases relajadas hasta acrobacias subacuáticas, la disciplina apunta a todas las edades y capacidades físicas.

También en el agua, el stand-up paddle (SUP) yoga usa ríos, mares, lagos y piletas para ofrecer la ancestral práctica adaptada a tablas de surf de alta estabilidad. “Es una búsqueda del equilibrio en un medio inestable”, explica Karina Spina, creadora e instructora del sistema SUP en el país. El ejercicio requiere de más fuerza corporal que en otros tipos de yoga, pero se entrena “de a poco: se comienza con poses sentado y se va trabajando en lograr asanas de pie sobre la tabla”, detalla.

Conexiones y acrobacias. A Jorge Lucero le dicen “Acro”. Es que, desde hace 4 años, el instructor es el referente en el país del acro-yoga, una práctica que combina la disciplina con masaje tailandés y acrobacia. “Es una comunión con el otro, en la que son claves la respiración, la confianza y la conexión”, aclara.

Con una parte “base” que sostiene a la parte “voladora”, las asanas se encausan de a dos o más personas. “Las manos se unen con el cuerpo del otro y el desafío está en confiar”, dice Fernando Segre mientras masajea a su “base” al término de la clase.

Pero las conexiones espirituales no siempre necesitan del contacto físico, como sabe Leandro Medina, que ofrece clases mixtas e individuales de yoga nudista en su estudio porteño. “La ropa es una distracción, me acerco mejor a mi ser espiritual y al de los demás”, explica Santiago Verli, uno de los participantes.

Para la instructora Marietta Albornoz, este acercamiento se logra a través de la risa. La concentración que implica una práctica de yoga tradicional se ve interrumpida con un estallido de risa, que “primero resulta forzada, pero luego se contagia entre todos en la clase. Es una catarsis”, comenta. Según los creadores del método, durante la risa, el cerebro libera endorfinas y serotonina, los “químicos del bienestar”, y la práctica resulta terapéutica: se hace hasta con pacientes psiquiátricos.

En un tono más fashion, una tendencia que crece en el mundo recrea los videos de Madonna en una práctica bautizada voga, que mezcla las poses de los editoriales de moda y los videoclips de la “reina del pop” con la respiración sincronizada para aumentar la flexibilidad y el fluir de energía. “Es danza pero también es yoga, porque siempre prioriza el equilibrio”, dice Juliette Murray, creadora del método que ya se da en estudios locales.

También hay jams de improvisación y danza vinculadas con el yoga. En El Quetzal, en Palermo, los alumnos hacen las posiciones que les surgen según la música que escuchan, explica Ramiro Rodríguez Goitia, músico de estos encuentros.

*NOTA publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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