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CUERPO & ALMA | 17-06-2016 08:22

Infidelidad: ni ceniceros ni bolsas

Por qué en no todos los casos se la puede medir con la misma vara.

Por Guillermina Rizzo

Si jugamos al Memotest y buscamos unir objetos idénticos resulta imposible a simple vista juntar una bolsa de consorcio con un cenicero, sin embargo en esta ocasión son iguales.

Si emulamos el Memotest e intentamos unir personajes podemos “emparejar” a John Kennedy y Marilyn Monroe, al Príncipe Carlos y Camila Parker, a Demi Moore y Ashton Kutcher, hasta unir países limítrofes como Argentina y Chile por medio de Pampita y Benjamín Vicuña, ya bien autóctonos podemos juntar a Nicolás Cabré con la China Suárez. ¿Perciben qué tienen en común? En todos los casos la vivencia que se reitera es la infidelidad.

¿Qué tipo de conflicto se desata en una relación ante la presencia de una tercera persona? ¿Se puede definir como infidelidad una experiencia pasajera? ¿Dependerá de la intensidad del sentimiento y de su duración? ¿Qué tienen en común un cenicero y una bolsa?

Así como las historias no son iguales, lo mismo sucede con la infidelidad, no todas se pueden medir con la misma vara, una relación ocasional está más ligada a la oportunidad y difiere de los vínculos que perduran a lo largo del tiempo, donde hay otros componentes además del mero encuentro físico característico de la “infidelidad express”. Lo cierto es que en la mayoría el dolor se reparte, aflora la ira y se lanza un cenicero al mejor estilo Susana o se juntan las pilchas del que transgredió en una bolsa de consorcio y se la arroja a la calle como hizo Mary mi vecina del quinto piso.

Frank Pittman, psiquiatra y autor de “Private Lies” afirma que hay diversas clases de infidelidades: el mujeriego recurrente, el típico machista que fundamenta sus mentiras en su condición “de hombre”, el inmaduro emocional que necesita experimentar una y otra vez, el que constantemente retoma la comunicación con ex parejas, o aquel que un día se encuentra con “otra” persona y tambalean años de matrimonio, en todos los casos la relación de pareja sufrirá alteraciones.

Esporádicas o permanentes, reales, virtuales o producto de la fantasía, se trata de la transgresión del acuerdo, de lo convenido de manera explícita por uno de los integrantes de la pareja.

La infidelidad, conocida a través de los medios de comunicación o las que permanecen dentro de los muros del hogar, pone en evidencia la fisura, el fracaso en el modelo de relación o el final de un sentimiento. Si bien el pacto asumido en los comienzos a partir del deseo, la pasión y el amor, aportan seguridad y tranquilidad a veces tiene fecha de vencimiento. Así como la flecha de Cupido representa el amor

intenso y en los inicios de una relación “atraviesa” a una persona, la inclusión de otra también atraviesa con intenso dolor, decepción y enfrenta al sufrimiento y a la humillación; aunque al inicio predominan los deseos de venganza, luego debería surgir el espacio para el diálogo, las preguntas, el replanteo del vínculo y el perdón, de forma tal que exista la posibilidad de refundar el acuerdo transgredido, o tal vez asumir con madurez y dignidad que una historia ha concluido, pues como dice Cacho Castaña “…espalda con espalda y en silencio tratando de dormir y están despiertos, los ojos bien cerrados, los dos están mintiendo, sintiendo que la piel se va muriendo…”

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Si la desconfianza, las sospechas, la incertidumbre y celos, complejizan los lazos amorosos, si la presencia de otra conecta con el deseo de emprender nuevos proyectos tal vez sea tiempo de asumir la realidad y evitar la peor de las infidelidades: la de mentirse a uno mismo.

Dra. en Psicología @guillerizzo

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