Por Ernesto Ise.
Perfilando deseos
Hay una escena en la película El club de las divorciadas, donde una mujer de la alta sociedad neoyorquina tiene que inducir a una aspirante a serlo a que compre en un remate y por un precio exorbitante un objeto que no lo vale. Este último personaje lo interpreta una Sarah Jessica Parker que es lo opuesto a la Carry Bradshaw que da vida en la serie Sex & The City.
Ante la desesperación por no lograr su cometido, a la millonaria se le dispara un último recurso y dice una frase mágica: “Jackie O. (Kennedy) tenía uno igual a ése”. Y el artilugio funciona. La fascinación que produce en personajes aspiracionales –como el de Parker en la película– la mera idea de estar asociado con aquel a quien se admira para capturar algo de ese aura de buen gusto y estilo puede llevar a conductas irracionales como las que suceden en el film.
Los papás de hoy
Extasis glam. Una fascinación similar debe producir la palabra Vogue en algún integrante del equipo de imagen del Gobierno para habilitar a esa publicación a realizar una segunda producción con Juliana Awada como única protagonista.
El fantasma y el reggaetón
La primera fue para Vogue España, se hizo en marzo y se publicó en ese país hace 23 días. Esta vez, Awada posó para otra producción pero para Vogue México y las fotos se tomaron hace unos días.
Al parecer, el impacto que provocaron las fotos de la edición española motivaron el pedido de la edición mexicana que es la que se distribuye, además, para toda América Latina. La importancia dada por esa publicación a la producción hizo que incluso viajara a Buenos Aires Kelly Talamas, la directora editorial de la misma. También viajaron Marina Gallo, una productora argentina que trabaja en Europa y su marido –también argentino–Luis Ridao. Ambos fueron los que realizaron la producción para Vogue España.
Talamas y la dupla mencionada vino con una “historia fotográfica” a desarrollarse en el marco del Teatro Colón para diferenciarse así de la producción ibérica y con una Juliana más estilo Hollywood. Pero después de algunas negociaciones, ese plan fue rechazado por el equipo de imagen que asesora a Awada.
Y así el Colón como escenario quedó descartado y fue reemplazado por la residencia presidencial de Olivos. También se pidió bajar el tono a algunas prendas y no sólo en los colores de las mismas. Igualmente, la idea que en su momento manifestara Awada –ya convertida en primera dama– de aprovechar su alta exposición para publicitar la industria y el diseño local no pudo realizarse aprovechando la “vidriera” internacional que ofrece Vogue.
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Y así, de los ocho cambios de vestuario programados, cinco serían con marcas internacionales y tres con firmas locales; una de ellas El Camarín, cuya dueña es su cuñada Yanina Solnicki. Un avance con respecto a la producción española donde Vogue la vistió en casi su totalidad con firmas importadas.
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Mientras tanto las publicaciones locales y extranjeras siguen recibiendo del Gobierno la misma respuesta negativa ante los pedidos de entrevistas con Awada. La meta, parece ser ingresar al Vogue Estados Unidos, y será entonces cuando alguno del equipo presidencial seguro tendrá su “momento Jackie O”.
La agenda social
Hace un tiempo, las imágenes de Juliana Awada como madre de Antonia, dejaron de aparecer en las cuentas a cargo de la propia primera dama y de su marido. El equipo que sigue las repercusiones que generan todo lo que se sube a la red había advertido algunos comentarios poco felices del “uso” de la pequeña de manera tan ostensible. Más por parte de Macri que por Awada.
También el papel de ella se había limitado a acompañar al Presidente en momentos protocolares. Pero “esa siesta” parece haber terminado y Awada entró en actividad. Por ejemplo, se mostró en la última edición de arteBA con un perfil social que sabe manejar muy bien.
Y hace poco, de la mano de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de la Nación, visitó comedores infantiles y fundaciones que trabajan con chicos, en Santiago del Estero y el jueves último, en Catamarca.
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