No hay enredos ni fisuras o conflictos mediáticos en las respectivas familias que formaron los hijos mayores de Carolina de Mónaco. Con perfiles diferentes, la armonía y el espíritu fraterno parecen hacer de ellos un grupo homogéneo. Andrea, Pierre y Charlotte Casiraghi acompañan en grupo las actividades oficiales que su madre o su tío Alberto encabezan, o suelen turnarse para, con su presencia, aportar la juventud y frescura que el principado quiere transmitir para seguir seduciendo a millonarios universales y no perder vigencia en un mundo donde la realeza –término que en el caso de los Grimaldi algunos cuestionan– tiene nuevos protagonistas.
Un "real" estilo: dejarse las canas
Si bien Charlotte en este momento no está en pareja, al menos de manera oficial, dijo presente en la fiesta que el principado organiza
anualmente en el Sporting Club de Montecarlo para recaudar fondos para la Fundación Princesa Grace. También estuvieron Andrea Casiraghi –el hijo mayor de Carolina– y su esposa, Tatiana Santo Domingo, y fue el debut social de la menor de la familia, Alexandra de Hannover. Pero ni siquiera este hecho
que mereció despliegue en los medios del corazón pudo
siquiera rivalizar con el glamour y atractivo que provocaron la pareja formada por Pierre Casiraghi y su mujer italiana, Beatrice Borromeo.
Algo de ese brillo monegasco de antaño reapareció con ellos. Ni su suegra o cuñadas, todas vestidas con diseños de alta costura de Chanel, pudieron rivalizar con la joven que vistió un imponente modelo rojo shocking del italiano Giambattista Valli y un collar de brillante con visible esmeralda central. Y Pierre, su mar ido, no le fue en zaga: juntos armaron una sintonía perfecta. A punto tal que la ausencia que generó que el príncipe Alberto se presentara sin
su esposa Charlene quedó como un mero detalle y no motivó
Así fue el vestido de novia de Pampita
rumores que suelen rodear a esa pareja desde antes de su
casamiento en 2011.
Si el principado hoy tiene que buscar reemplazantes
en los actos oficiales, Pierre y Beatrice –universitarios de 28 y 30 años respectivamente– son la pareja perfecta. Ya en 2015, cuando se casaron en una celebración que duró tres días, demostraron que
pueden ser embajadores del espíritu que Mónaco se empeña por preservar.
* Nota publicada en la edición impresa de DIARIO PERFIL
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