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CUERPO & ALMA | 28-02-2016 07:27

Cómo acompañar a los hijos en su vida escolar

El rendimiento escolar adecuado es consecuencia de una serie de actitudes que se aprenden en el hogar. Acerca de cómo los padres deben reaccionar cuando un hijo no logra alcanzar sus objetivos de estudio.

(*) Por Felisa Lambersky de Widder

Suele ocurrir frecuentemente que los niños y sobretodo los jóvenes, pueden presentar dificultades en el estudio tanto temporarias o bien como una manifestación de su actitud ante las responsabilidades que se van adquiriendo en el crecimiento.

Siempre es importante enfatizar el rol de la familia en cuanto a la actitud ante las responsabilidades. Si los niños desde pequeños están habituados a desentenderse de las pequeñas tareas que implica el proceso del crecimiento, es difícil que de pronto comprendan que “deben” cumplir con las consignas que les marca la escuela. Por ejemplo: un niño a los tres años está en condiciones de “colaborar” con el ordenamiento de sus juguetes; como a los cuatro años poder ir sólo al baño, o bien a partir de aproximadamente cinco años ya van disfrutando, si las tareas se les presentan como algo agradable casi lúdico, de ayudar a tender la mesa, retirar algunos elementos de la misma, cambiarse solos, así como también cumplimentar las rutinas ligadas a su higiene personal.

Esta paulatina adquisición de los hábitos de independencia van configurando en su mente la noción de responsabilidad. El estudio tiene que ver con la necesidad de aceptar las consignas que seguramente ya pueden cumplir.

Entonces, si como dice el refrán “la caridad comienza por casa” y los adultos acompañamos este proceso difícilmente eludirán responsabilidades posteriores, salvo circunstancias puntuales que detallaré a posteriori, ya que no estudiar puede ser un modo de expresar celos o buscar la mirada de los padres entre otras causas. Con esto quiero decir que no siempre los problemas escolares son cuestiones ligadas a cuestiones específicas de aprendizaje.

Las causas pueden ser múltiples, por eso frente a detectar el problema primero es importante pensar que algo puede estar sucediendo, tanto en el niño como en el entorno familiar o escolar. Para ello lo más importante es dialogar.

Muchas veces ocurre que si se les insiste mucho o se les está encima persiguiéndolos con el tema, el niño por rebeldía no estudia, sobre todo si descubre que para los padres este hecho es fundamental.

Por ello como dije antes es conveniente abrir un espacio de diálogo tranquilo, evitando la censura, ofrecerles ayuda, ofrecerles una persona especializada que los acompañe a comprender aquello en lo cual presenta dificultades (es mejor que no asuman el rol de maestros).

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Es adecuado actuar como ante cualquier cambio de conducta: ¿qué está pasando?

El joven puede estar atravesando un momento de duelo, que es común en los púberes y adolescentes; puede haber problemas con sus compañeros; alteraciones en el ritmo del sueño por el tema tan común del uso de elementos electrónicos hasta altas horas de la noche; cuestiones afectivas momentáneas; separación de los padres; muerte de un familiar; problemas económicos temporales de la familia; contacto con sustancias adictivas, etc.

Como podemos advertir dada la pluricausalidad del problema, la actitud principal en un primer momento es ayudar dialogando a entender que pasa.

No es aconsejable en una primera instancia hablar con el colegio, jamás tocar el tema con los compañeros ni amenazar con una lista de sanciones excesivas, menos aun desconociendo la causa. A veces el fracaso escolar es el único modo en que los hijos pueden hacerse escuchar.

(*) Felisa Lambersky de Widder es médica pediatra y psicoanalista. Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Especialista en niños y adolescentes.

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