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GOURMET | 26-12-2015 20:51

Monjas de clausura hacen pan dulce premium

Son las hermanas benedictinas de la Abadía de Santa Escolástica. Venden unos mil por día, en su convento en San Fernando y en un local exclusivo en Recoleta.

Por Rosalía Draletti

Es una tradición navideña que se cocina año tras año detrás de los muros de un convento de clausura. Sólo ellas, las monjas benedictinas que recorren a diario los claustros de la Abadía de Santa Escolástica, en San Fernando, conocen la receta secreta de los que se han convertido, gracias al boca en boca primero de los vecinos de la zona norte del Gran Buenos Aires y ahora gracias a un local que instalaron en Libertad y Juncal, en Recoleta, en uno de los panes dulces más famosos.

Desde hace 15 años, cada diciembre diez de las hermanas benedictinas acomodan sus horarios de oración para ponerse el delantal de cocineras. Este año, hasta la Navidad –y sin contar los que esperan vender para Año Nuevo la semana próxima– ya vendieron por día unas mil preparaciones.

“Somos monjas contemplativas y el trabajo es un componente importante de nuestra vida, una forma de subsistencia y de dignidad. Dentro del monasterio funcionamos como un engranaje, el trabajo en equipo es para nosotras un medio de vivir el Evangelio”, cuenta una de las hermanas. Expresamente, ellas piden no ser identificadas: “Es que todo lo hacemos en comunidad, nada es individual”, explica una de ellas por teléfono a PERFIL.

Pan dulce artesanal, paso a paso

La rutina dentro del convento es estricta: las monjas de clausura se levantan a las 4 y media de la madrugada para estar a las 5 en la primera oración del día. Desde las 9 hasta las 12 ingresan a trabajar en los talleres, y luego del almuerzo continúan hasta las 17.30, para llegar a las 20 a la última oración. “Todo lo hacemos nosotras, dentro del monasterio. Y cuidamos al máximo los pequeños detalles, desde que empezamos a batir los huevos, la elaboración, hasta que le llega a la persona que lo va a comprar”, dicen.

La historia del pan dulce de la Abadía comenzó en el año 2000, cuando las monjas de clausura abrieron su primer taller de repostería artesanal. “Estábamos en plena crisis económica, y pensamos que nos iría mal. Sin embargo, vino un montón de gente al monasterio”, cuentan. Desde entonces, cada año vendieron más pan dulce que el anterior, y hoy tienen producción todo el año. Al tradicional agregaron luego otras variantes, como el pan dulce moreno, de frutos secos, alfajores, galletitas, mazapanes y distintos turrones. También arman roscas de Pascua y huevos de chocolate en Semana Santa.

Como la clientela creció, debieron abrir un local propio en el pasaje Libertad, en pleno centro porteño, que atienden los familiares de las mismas hermanas. Y otras parroquias se los encargan también para revender, como la de la abadía de San Benito, en Belgrano.

“Nuestra idea es recargar lo mínimo, mantener la buena calidad y hacer un producto que sea más económico que otros”, dicen. Un pan dulce tradicional de un kilo hecho por las monjas cuesta 220 pesos, y los turrones grandes, entre 60 y 140. El más caro llega a $ 290. Es decir: con productos premium –los turrones incluyen pistachos, por ejemplo–, los precios son bastante menores que los de otras alternativas de primera línea, que llegan a $ 600.

Labores. Además de la cocina por la que se hicieron populares, las monjas de Santa Escolástica ocupan su tiempo en distintos talleres dentro del monasterio. En el taller de arte trabajan con sus manos en la confección de íconos religiosos, y también realizan ropas para sacerdotes y otros elementos necesarios para misa. Recordatorios, estampas de Navidad, participaciones de casamientos o encuadernaciones de libros a mano son otras de las tareas a las que se dedican durante las tardes.“Vivimos del trabajo de nuestras manos. Con lo que recaudamos hacemos obras para ayudar a los necesitados”, señala una de las hermanas.

Además, las monjas reciben en la abadía a los visitantes en retiros y ofrecen charlas de espiritualidad y cursos abiertos sobre liturgia.

Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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