El contouring popularizado por Kim Kardashian ya fue, lo nuevo en maquillaje ahora se llama strobing y baking.
Aclaremos algo desde un principio: acá no hay nada nuevo bajo sol sino la conceptualización con nombres creativos de técnicas de maquillaje ya utilizadas por los profesionales.
El baking, que significa hornear en inglés, viene a ser la aplicación de polvos traslúcidos en el contorno de ojos y en todas aquellas zonas del rostro que necesiten blurear arrugas y cubrir poros abiertos, es decir, mentón, pómulos, frente y puente de la nariz.
La clave de la técnica consiste en utilizar el polvo traslúcido después de la base y el corrector y dejar actuar alrededor de media hora para luego continuar con el resto del maquillaje. De ahí lo de baking. El objetivo es lograr que el producto se funda con el calor de la piel y así rellene y corrija imperfecciones. Una vez finalizado el horneado, se difumina con brocha para integrar el polvo.
A primera vista, da la sensación de revoque total, sin embargo, si se aplica con sutileza y criterio, la técnica puede dar buenos resultados.
El strobing focaliza su efecto sobre la iluminación de ciertos puntos clave del rostro para conseguir una piel fresca y radiante. Dichos puntos son la frente, las aletas, la punta y el nacimiento de la nariz, el hueso de la ceja, el lagrimal, la parte alta de los pómulos, la parte superior del labio y el mentón sobre los que se debe aplicar un iluminador y no un corrector para resaltar los rasgos y darle dimensión a la cara.
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