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ACTUALIDAD | 24-01-2015 09:30

Crecen los casos de divorcios después de los 60

Ellas se adaptan más fácil a la nueva situación. Ellos buscan pares para animarse.

Por Clara Fernández Escudero.

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Los padres de Juan Estrada (68 él, 62 ella) se casaron en 1971. Cuarenta y tres años después, ya con nietos, sucedió lo que para sus hijos tendría que haber pasado mucho tiempo antes: dejaron de ser un matrimonio. Y, sin más excusas que esgrimir, se hicieron cargo de que no había “un destino que soportar”, como cuenta Juan que decía su madre –quien, además, ayuda económicamente a su ex– sino que les quedaban al menos dos décadas de vida y que había que disfrutarla. “El diagnóstico errado fue siempre creer que una pareja que no va junta es mejor que dos padres separados, pero que conviven bien. Hay un tabú muy fuerte en esa generación”, analiza.

Lo que le sucedió a los Estrada es algo que, según datos de abogados y psicólogos expertos en familia, sucede cada vez más, tanto en Argentina como en el mundo: los divorcios y separaciones se multiplican en aquella etapa de la vida en la que, aparentemente, ya está todo jugado. “Desde ‘¿por qué querés estar solo a esta edad?’ hasta ‘¡¿qué te agarró, el ataque de juventud?!’, me dijeron de todo”, cuenta Claudio (62), casado más de tres décadas y separado hace tres meses. “La mayoría de las veces uno opta por parches –reiki, terapia– como para poder tapar lo que no se puede destapar. Pero eso tiene fecha de vencimiento, y el plazo es nada menos que tu vida”, grafica. El eligió algo que no siempre le resulta fácil, pero que lo hace más feliz: de hecho, con sus hijas ya criadas y dos nietos, priorizó su vocación musical como saxofonista en una banda tributo a los Rolling Stones por sobre el negocio familiar, que compartía con su ex. “Estoy viviendo la adolescencia madura”, ríe.

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Más y mejor. Con más años por delante que hace dos o tres décadas atrás –más las mejoras en la calidad de vida–, muchos hombres y mujeres deciden que sí, la vida puede empezar después de los 60. Y, una vez encarada la decisión, comienzan un camino que no resulta fácil, pero rinde sus frutos, a decir de los profesionales que los acompañan en el proceso. Claro que, por supuesto, las reacciones no son las mismas en ambos sexos. “De diez mujeres que recibo por día, más de la mitad son grandes. Y todas traen la misma lectura, no importa el estrato social: quieren saber qué les corresponde, sobre todo para que ‘la otra’ -por lo general, hay una ‘otra’– no disfrute lo que es de ellas. Las menos deciden divorciarse para irse de viaje con amigas, desarrollar sus propios intereses tapados por muchos años, o disfrutar de ser sólo madres y abuelas”, asegura Ana Rosenfeld, abogada experta en divorcios. “Para ellos, sobre todo si tienen una buena posición económica, suele ser diferente: se arman una vida nueva. Van a vivir a Puerto Madero, en edificios donde tienen todo resuelto, y se juntan como en una cofradía, donde se pasan datos de cómo tienen que prepararse para el divorcio. Tienen una especie de manual de instrucciones”, agrega Rosenfeld, para quien el conflicto económico que deviene de una separación tiene una importancia fundamental. En eso coincide Dina Laufer, psicóloga especialista en familia: “Cuando se rompe el ideal del amor eterno por una pareja que asume que su vida en común fue dificultosa, el duelo se impone y es distinto para ellos y para ellas. El dinero dispara situaciones problemáticas, sumado a la tristeza, la culpa, el estrés. Las mujeres son más resilientes, y buscan contención en amigas o hacen terapia. Ven disolverse los mandatos de la juventud”, explica. Aunque a veces, los que más sorprenden son los más chicos: para Luna, de 14 años, la reciente separación de sus abuelos Roberto y Dora fue más impactante que para su mamá, hija de ambos. “Me enoja que no intenten seguir juntos”, dice, apenada. Y otros, sin darse cuenta, definen mejor que los adultos una situación difícil: “Cuando me fui de casa, mi nieto de ocho años le preguntó a mi hija: ‘Mami, ¿los abuelos ya son ex?’. Eso me dio la pauta de que iba por el camino correcto”, remata Claudio.

Dar el sí por tercera vez

Se separó por segunda vez y había decidido no volver a formar pareja. Pero las redes sociales –que no saben de edades– hicieron que hace dos años se reencontrara con Carlos, reciente viudo y su novio “hace mil años”. El encuentro “fue maravilloso, y las familias se ensamblaron muy fácilmente, sentimos en ellos una continuidad muy linda”. ¿El resultado? Este año, dará el sí por tercera vez. Noemí, una profesional exitosa que aún está activa a los 66 años y su futuro marido, de 75, se casan “para demostrar el compromiso frente al otro de sentirse bien, de que la esperanza sea más fuerte que las experiencias, y porque se puede volver a creer más allá de las decepciones”, cuenta ella, y en la voz se le adivina el entusiasmo de la primera vez.

Sus respectivos nietos los “adoptaron”, y viajan y leen juntos. “Nos divertimos mucho. Es el momento ideal de la vida para habernos reencontrado”, resume.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.  

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