No conformes con la parafernalia inventada alrededor del casamiento, ahora parece que viene agregarse un nuevo ítem para completar. Al menos, así está sucediendo en Estados Unidos donde el último grito de la moda nupcial es contratar un servicio de "shadow weddings". ¿En qué consiste? En que unas semanas antes de la boda, la pareja decide someterse a un coaching psicológico que tiene como premisa descubrir y aclara todas las sombras que amenacen la paz doméstica. Vendría a ser algo así como la creación de una tierra neutral, como una pre terapia de pareja, en la que hay que aprovechar para decir todo lo que molesta del otro.
Pero la cosa no termina ahí. La condición de un coaching exitoso es largar el sapo completo y decir que, por ejemplo, querés asfixiar a tu pareja cuando come como un cerdo en el sillón del living. La idea es sacarse las ganas de insultar y protestar para llegar al inicio del matrimonio con las cuentas claras y el ánimo pacificado.
El problema, claro, es que la cuestión no se vaya por las ramas y que, en medio de tanta sinceridad, terminen apareciendo críticas desagradables e hirientes. Aquí, supuestamente, se encuentra la habilidad y experiencia del coach que sabrá calmar las aguas cuando el intercambio se ponga demasiado tenso. La idea, de todas maneras, es gritarse, llorar y hasta hacerse reproches para que nada pueda alterar la convivencia próxima. Es la aplicación material del refrán popular "mejor malo conocido".
Hasta ahí casi que no pareciera una mala idea. Ahora toda buena intención se convierte en una ridiculez cuando además del coaching privado, el servicio se completa con una particular ceremonia -que se realiza antes del enlace real- a la que los novios deben asistir hechos un desastre, mal vestidos, sin maquillaje, peinado o perfume y, si es posible, un poco sucios. Así es como, supuestamente, a través de un termina de verificar un amor a prueba de misiles.
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