Tracy Roering y su marido, Glen, comenzaron a construir sus vidas hace veinte años y a vivir en este minifundio con sus dos hijos, Savanna de 18 años y Grivin de 15. Hace siete años, Tracy, que trabaja como instructora de yoga, y Glen, que se ocupa en publicidad, decidieron que ya era hora de renovar su casa.
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“Mi padre solía decir que la casa fue hecha por constructores ebrios en sus fines de semana”, dice ella. “Era un verdadero desastre; el piso tenía varios niveles y estaba hecho con los más variados materiales, y el resultado final era indefinible”. Los Roering conservaron la cáscara de la casa pero derrumbaron casi todo el resto.
“Previo a las renovaciones, esto era puro paredes, y era imposible tener una vista hacia el exterior”, explica ella, señalando la ventana de pared a pared del living room que permite disfrutar de la espectacular vista.
Para Tracy, cuyo método de vida es “holístico y saludable”, es importante que la casa sea tan ecológica como sea posible; es una de sus prioridades. “Desafortunadamente, no pudimos construir la casa en su totalidad usando arquitectura sustentable por no estar construyendo de cero sino renovando, pero nuestra prioridad fue intentar ser lo más precavidos posible en lo ambiental, dado el contexto”.
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En este punto la pareja intentó mantener un balance entre la practicidad y lo ecológicamente adecuado. “Por ejemplo, tenemos paneles solares para calentar el agua, pero usamos gas y electricidad para todo el resto”, dice Tracy.
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Los Roering querían que el proceso de construcción fuese lo más verde posible, y para ello aplicaron materiales de origen local y reutilizaron todo el material posible de la construcción original. La mayor parte del exterior fue hecha con piedra de aluvión de la localidad vecina de Muldersdrift.
“Adoro el contraste que se produce entre la piedra y todo este vidrio”, dice Tracy. “Quería contar con variedad de materiales naturales representados en la casa, razón por la cual elegimos una combinación de vidrio, piedra, madera y metal, agua y el verdor del jardín.”
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“Decidimos estudiar cada elemento con cuidado antes de desprendernos de ellos”, agrega Tracy, quien es consciente de que los materiales antiguos tienen un alto valor por su calidad y resistencia. “La construcción de la casa fue un proceso muy fluido, orgánico, con la mente y el corazón abiertos”.
Se aseguraron de contar con contratistas con los que tenían más afinidad. “Fue un proceso lento, pero lo disfrutamos mucho, y creo que el resultado final fue tener la casa que soñamos toda nuestra vida. Y que perdurará en el tiempo.”
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Texto: Roberta Coci.
Producción: Leana Schoeman.
Fotos: Thys Dullaart/H&L/surpressagency
Nota publicada en el suplemento Home del diario PERFIL.
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