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CUERPO & ALMA | 03-08-2013 08:01

Amor sin fronteras

Las parejas con miembros de dos culturas diferentes deben ser verdaderos expertos en comunicación, ya que de lo contrario puede haber más de un tropezón. Fotos.

Por Lea Sibbel (*)

Las parejas con miembros de dos culturas diferentes deben ser verdaderos expertos en comunicación, ya que de lo contrario puede haber más de un tropezón.

"Pueder haber grandes diferencias entre lo que se quiere decir y lo que verdaderamente se dice", asegura Nicole Basel.

La alemana sabe bien de qué habla, pues mantiene una relación bicultural con un danés. "Aunque a nivel de idioma parezca que no hay ningún problema, no se trata sólo de vocablos o gramática", dice.

Hiltrud Stöcker-Zafari, de la Asociación Alemana de Familias Binacionales, lo ve de manera similar: Algunos idiomas incluyen determinadas connotaciones en el proceso de comunicación que se pierden en otros.

Vera Matt, terapeuta, es incluso más radical: "Es como un vuelo a ciegas. No se sabe qué efecto puede tener lo que se dice". La experta recomienta por ello esforzarse en conocer la cultura y el idioma del otro.

También se debe estar abierto al compromiso a la hora de elegir el lugar de residencia. Nicole Basel se ha mudado con su novio por ejemplo de Hamburgo a Copenhague. "Cuando uno abandona su hogar, sufre una gran pérdida", afirma.

Su novio en su país se convirtió de repente en el experto. "Nos conocimos en igualdad de condiciones y ahora hay un desplazamiento en el epicentro de la relación", dice. "Una se convierte de repente en la tonta".

Mientras el recién llegado no hable el idioma del lugar, hay un desequilibrio de poder en la relación, porque uno se siente en casa y al otro muchas cosas le resultan ajenas todavía. Naturalmente uno puede ayudar al otro, pero para ello se requiere mucha delicadeza. "Debo ayudarle sobre todo a hacer progresos", afirma Stöcker-Zafari.

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"Para hacer amigos nativos se necesita mucho tiempo", relata Basel. Quien no busca de manera activa, es probable que nunca los encuentre. "En el extranjero no hay nadie esperándote", dice.

El recién llegado puede tratar de introducirse en el círculo de amistades de la pareja, pero tratar de proponerle amigos o amigas al de afuera puede salir mal. "A menudo las personas no encajan", afirma Basel.

A la relación le hace bien también cuando el rol local-extranjero se rompe de vez en cuando, por ejemplo durante las vacaciones. Quien pasa tiempo en un tercer país, puede vivir como extranjero junto con su pareja, explica Matt.

Sin embargo, en la práctica no se suele hacer vacaciones en un tercer país, sino en el de la pareja, con su familia. Como en cualquier relación, los padres pueden también ejercer una gran influencia. En el caso de las parejas biculturales, religiones diferentes pueden convertirse en un problema.

"Más bien para las familias, no para la pareja", observa Basel, quien considera que a veces lo mejor es emanciparse de la opinión de los padres, aunque resulte "extremadamente difícil".

Con todo, el amor hace más fácil llegar a compromisos y explicar y preguntar mucho. "Los sentimientos son un motor para afrontar muchos y muy contradictorios temas", afirma Stöcker-Zafari. Y Vera Matt añade: "La interculturalidad es riqueza".

En opinión de Basel, los problemas de comprensión pueden convertirse también en una ventaja frente a otras relaciones: Como las parejas esperan que se produzcan malentendidos, comunican más.

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* DPA

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