Es interesante el concepto con el que trabajó el arquitecto Alberto Díaz Navarro en esta casa amplísima, con una luz que debería definirse más como “sana” que como “natural”: para él, la obra consistió más en un lifting que en una reforma o un reciclado. El diseño debía ser –es– una manera de rejuvenecer un espacio que de por sí es interesante, amplio, atractivo.
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Hagamos un poco de historia, como para comprender la lógica de la refoma: los dueños, un matrimonio, compraron esta casa en el barrio de Belgrano. Estaba llena de desniveles, tal como sucedía en los años 60. Además, abundaban los techos muy bajos, como era tendencia en esa época. Como contamos antes, para la remodelación llamaron al arquitecto Alberto Díaz Navarro.
Niveló tanto desnivel en la casa, y le hizo un lifting. Como él mismo afirma: “Era todo espantosamente beigecito con moqueta”. Para el cambio, se usaron colores tiza con pisos blanco tiza, medidas grandes de porcelanato. También se sumaron pisos de paños fenólicos inmensos tarugados.
La chimenea era un marquito cromado: para transformarla, se destapó el hormigón y se hizo una chimenea increíble, aprovechando en este caso los materiales existentes: “Usamos el hormigón que estaba tapado porque en esa época no estaba bien visto. Era la época prebrutalismo”, explica el arquitecto.
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Se cambiaron todas las aberturas, que eran originalmente muy pequeñas y corredizas, y se reemplazaron por paños de vidrio enormes. Además, en la obra se revocó todo, ya que el exterior era ladrillo a la vista. Ampliaron el comedor con un bowindow de chapa. También fue reformado el espacio de baño y cocina. Díaz Navarro entiende la actividad de arquitecto como un servicio global; súper creativo y con un gusto muy refinado, diseña muebles y lámparas. Y tiene un servicio de listas de casamiento en la que los novios pueden cambiar regalos por servicios de arquitectura.
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*Nota publicada en el suplemento Home del diario PERFIL.
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