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CUERPO & ALMA | 08-12-2012 21:45

La 13º hada, o el cambio inevitable

En La Bella Durmiente irrumpe en la fiesta el hada número 13, iracunda por no haber sido invitada, y lanza una maldición.

Por Mercedes Carreira*

Para los matemáticos, el 13 es el sexto número primo y es el séptimo de la sucesión de Fibonacci. Ellos no piensan en la mala suerte, como es la creencia popular y razón por lo que casi nadie quiere ocupar el lugar decimotercero, y por eso es frecuente que se omita o quede vacío. En muchos hoteles del mundo, no haya habitación número 13 ni el piso 13, por la resistencia de los pasajeros a alojarse allí. En Leipzig, no existieron tranvías con ese número; y en París, el 13 originó una profesión: la de ser el asistente número 14 para “sumar” presencia en reuniones de 13 personas. Los días martes 13 en España y América Latina, y viernes 13 en los países anglosajones, están considerados de mal agüero. En los cuentos, también es un número rechazado y tiene un significado peligroso: el hada número trece no fue invitada, en La Bella Durmiente.

Si analizamos este cuento, comprobamos que las hadas buenas y los deseos o dones que le ofrecen a la niña en el bautizo (que varían según las diferentes versiones), no son trascendentes en el argumento de la historia, lo importante es el contraste que establecen con la maldición del hada que es siempre la misma: la muchacha (al alcanzar la edad de quince años en la historia de los Hermanos Grimm) se pinchará un dedo con la rueca (de un torno de hilar) y morirá irremediablemente. Pero, como aún una de las hadas invitadas no había concedido su deseo, puede transmutar esta amenaza mortal por cien años de sueño profundo. Las trece hadas de la historia de los Hermanos Grimm son una reminiscencia de los trece meses lunares en los que antiguamente se dividía el año.

En la época del matriarcado, el 13 fue un número sagrado: el calendario lunar el año tiene trece meses y en el último mes se produce la muerte del Sol en el solsticio de invierno. En las culturas que ven la vida como un proceso cíclico, en el que continuamente se nace y se muere, no supone ningún problema que el Sol “muera” ya que al día siguiente volverá a nacer. Esta idea se transformó con la llegada del patriarcado y el concepto lineal del tiempo, que establece que existe un principio y un final definitivo que puede ser vivido de una forma trágica. Con la introducción del calendario solar, el 12 pasó a ser el número sagrado, y al 13 se lo consideró maldito. Para desprestigiar estos valores sagrados se los asoció a la desgracia. Desde entonces la Luna, la noche y el 13, conforman un grupo femenino de símbolos marginados, inconscientes y con frecuencia malditos, mientras que la tríada masculina formada por el Sol, el día y el 12 pasaron a ser sagrados, luminosos, positivos y opuestos a las “sombras”.

Volvamos al cuento. Las culturas matriarcales percibieron que el ciclo menstrual se produce cada veintiocho días, y lo asociaron a la frecuencia de los meses lunares. Este dato puede indicar que las doce hadas buenas más la “perversa”, la número trece, hace referencia de manera simbólica a que la “maldición” fatal es la menstruación, como se consideró luego cuando irrumpe el patriarcado. En la época de los cuentos de hadas, hilar y tejer eran ocupaciones típicamente “femeninas” y la “maldición” gira en torno a la rueca.

Bajo esta mirada que aporta Bruno Bettelheim, en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, podemos vislumbrar que el rey, un varón, no comprende la necesidad de la menstruación e intenta impedir que su hija sufra esa hemorragia “fatal”. En ninguna versión de la esta historia, la reina -ante la predicción del hada furiosa- toma ningna medida para impedirla, tal vez porque conoce en carne propia esta circunstancia. Los obstinados esfuerzos del rey por prevenir o eliminar la “maldición” fracasan. Aunque se destruyan todas las ruecas del país, nada podrá evitar la natural hemorragia de la niña al llegar a la pubertad. Por muchas precauciones que tome un padre, cuando la muchacha esté madura para ello, la pubertad hará su aparición y se hará mujer, iniciará una nueva etapa en su vida. En todas las versiones los padres no están presentes cuando eso ocurre, esta ausencia simboliza la incapacidad de los padres para proteger a su hijo de las diversas crisis por las que tiene que pasar todo ser humano durante su crecimiento.

En términos numerológicos, el 13 es el símbolo de la muerte, pero no significa el fin de la vida de una persona, indica que se está entrando a una etapa de transformación. En el Tarot el arcano mayor Nº 13, es La Muerte, que representa un final natural, algo que se ha acabado, que ha perecido, pues le ha llegado el momento para ello. Son los cambios necesarios e ineludibles que cierran una situación, lo querramos o no, por lo que hay que aceptar ese final para volver a surgir renacido y renovado. Sin embargo, la carta no indica si ese final es doloroso, o nos traerá tristeza o si, por el contrario, nos alegraremos de que "eso" finalmente haya terminado.

Conclusión, el hada número 13 no fue invitada…, ¿y que ocurre con lo que queda en sombra, con lo invitado al banquete de la vida? Irrumpe de manera iracunda. Pero, también el hada número 13 representa el fin de una vida, un ciclo: la niñez; así es posible empezar a transformar la exitencia y pasar a otra etapa, más completa y madura; en la que se deja de ser potencia. Por eso, aunque a casi nadie le agrada un cambio drástico o “pincharse” hay que aceptar los cambios que la nueva etapa pida.

Está finalizando un año que termina en 12, y se avecina el 2013. Busquemos en los símbolos que surgen en nuestra vida indicios de un renacer, de una nueva etapa y festejemos lo que queda atrás. Valoremos lo sagrado que nos trae el 13, su sombra y su luz.

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* Coordinadora del Taller de Escritura Creativa y Autoconocimiento Había una vez…

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