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CUERPO & ALMA | 13-05-2012 13:47

Bella, o la capacidad de amar a la “bestia”

Hay una creencia que proviene de los cuentos de hadas: el amor de una mujer cambia a un hombre y –por supuesto- gracias a esa transformación él calza justo en el ideal que esa mujer tiene de un príncipe. ¿Cuánto hay de cierto?

Mercedes Carreira*

Bajo la apariencia de un monstruo, sapo o cerdo, podemos rastrear príncipes hechizados en relatos de distintas culturas que no están vinculadas entre sí, ni en el tiempo ni en el espacio. Todos ellos tienen algo en común: cuando son amados por una muchacha, indefectiblemente, se transforman en un apuesto joven, o mejor aún ¡en un príncipe! Los niños se regocijan con esta transformación del animal en novio-príncipe (o en novia-princesa), porque las emociones que nos nacen cuando escuchamos un cuento se deben, según los psicólogos, a que las historias nos permiten conectar con esa parte de nosotros a la que no podemos engañar o de la que no podemos escapar.

Conocí a una niña cuyo cuento preferido era La Bella y la Bestia, creía a pie juntillas en su mensaje: el amor redime, transforma. Esa niña creció y después de los treinta años (y luego de haber vivido algunas experiencias y besado un par de veces), se dijo: “Si uno se enamora de una Bestia tiene que saber que va a ser siempre ‘bestia’, es posible amar mucho a un hombre pero ese amor no lo cambia, sólo aquello que está en su esencia es lo que puede aflorar… sólo eso y no otra cosa”. Esta reflexión nos invita a recapacitar sobre aquellas creencias infantiles que aún tienen vigencia en nosotras.

¿Cuál es la historia de La Bella y la Bestia? Muy, pero muy resumida. Durante un viaje un anciano llega a un castillo mágico que cree deshabitado, pero al arrancar una rosa para su hija, aparece encolerizado su dueño, la Bestia (en el relato de Madame de Beaumont, es un temible animal de voz atronadora y aspecto espeluznante que se acentúa con sus reacciones), quien le exige su vida a cambio de la flor. Para salvar a su padre, Bella se ofrece a quedarse con la Bestia. Llega al palacio, dispuesta a morir, y se encuentra con un ser que, pese a su apariencia desagradable, es atento y bondadoso. Un ser franco y sencillo que le entrega sus posesiones: “… aquí no hay más dueña que tú. Si te molesto, no tienes más que decírmelo”. En el palacio, la Bestia trata bien a Bella y con el tiempo aprende a quererlo. Cada noche, él le pide que se sea su esposa, pero la joven lo rechaza. Un día Bella abandona el castillo para visitar a su padre enfermo, y promete regresar pronto. Al retrasarse, encuentra que la Bestia está a punto de morir de tristeza, Bella le confiesa su amor y acepta ser su esposa. La Bestia desaparece y surge un príncipe quien le agradece haber roto un encantamiento que lo aprisionaba en el cuerpo de una “bestia”. El amor de Bella lo ha liberado.

Para J.C. Cooper, hay tres elementos significativos en este relato. Uno es el aspecto bestial u hostil que representa las facetas violentas que todos albergamos y que debemos reconocer y vencer. El otro, enseña a no juzgar por las apariencias. Y por último “que el poder del amor es más eficaz y poderoso en sus resultados que cualquier hechizo que se haya conjurado”. ¿Será así? ¿Qué nos dice la experiencia? ¿Las “bestias” se transforman en “príncipes”?

Ante todo, hay que reconocer que Bestia es generoso, atento, caballero… según el padre de Bella “la Bestia parece cruel y amable al mismo tiempo”. Y ante Bella despliega su ser íntimo, secreto, recóndito y bondadoso… a la Bestia no lo volvió generoso el amor de Bella, esas cualidades ya estaban en él… sólo se presentaban bajo una apariencia “fea”, tosca, ruda… ¿Cuántas lectoras estarán de acuerdo con la visión de Paul Hazard, quien sostiene que “… en cuanto nace el amor, la fealdad se desvanece…”? Me parece que podrá desaparecer la fealdad del cuerpo, pero la del alma….

Más preguntas. ¿Un hombre inescrupuloso, violento, pendenciero, vago o mezquino puede convertirse en un ser íntegro, amable, pacífico, trabajador, generoso… debido al amor de una mujer? Y volvamos sobre la pregunta anterior ¿Las “bestias” se transforman en “príncipes”? En nuestra sociedad existe la creencia que las mujeres somos hacedoras de transformaciones positivas en el varón, ¿acaso no lo dice el cuento? Cuando Bella le expresa su amor se quiebra el hechizo y la Bestia se transforma en un príncipe y todo se vuelve perfecto. Infinidad de mujeres creen que pueden cambiar al hombre que aman en lo que ellas desean. ¿Es un defecto o talento femenino creer que los hombres modifican sus aspectos “bestiales” por nosotras? Si un hombre es idealista, soñador, bohemio… es difícil que deje de serlo para trabajar en una multinacional y si lo hace por presiones externas (esposa, familia, sociales…), es probable que sea infeliz y esa desdicha se reflejará en su vida. ¿Cuál es el beneficio de cambiar a la “bestia”? Un amigo opinaba que algunas mujeres se enamoran del “Che” y a la semana quieren que deje de usar boina y se corte la barba. Con honestidad, este reclamo de los hombres es válido y real. Con la misma honestidad debemos respondernos esta pregunta: ¿por qué buscamos hacer calzar a los hombres en un molde que es ajeno a ellos? ¿no sería más sano acercarnos a hombres afines a lo que esperamos, deseamos, o ambicionamos de nuestro compañero?

Jorge Luis Borges escribió: “Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de quererte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas”. Cuando Bella valora las cualidades de Bestia, cuando deja de mirarlo por partes, cuando deja de “fraccionarlo” -por decirlo de alguna manera- y se enamora del “todo”, ante sus ojos la Bestia se convierte en un príncipe. ¿Qué entendemos por un príncipe? Están los estereotipos sociales y lo que cada mujer puede imaginar, pero en rasgos generales, un príncipe simboliza al hombre ideal que una mujer tiene en mente al buscar un compañero de vida.

Jung dijo: "Prefiero ser un hombre completo que un hombre bueno". Como sucede en La Bella y la Bestia, la capacidad de amar a la “bestia” (la sombra) en nosotros y en otros, con frecuencia la transforma en príncipe o princesa.

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* Coordinadora del Taller de Escritura Creativa y Autoconocimiento Había una vez…

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