Thursday 25 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 08-04-2012 17:29

La despedida de la abuela

Una nueva columna de Carla York.

“Se está despidiendo, y va a empezar a vivir más en el pasado que en el presente”_ había dicho el médico.

Mi abuela materna tiene casi 89 años y se está ausentando poco a poco de la realidad, en un deterioro de orden más mnémico que amenazante, con algún tinte alucinatorio. Ella misma se ríe de las cosas que olvida, inventa relatos para rellenar sus lagunas y me deja más de una vez en el teléfono colgada, porque no recuerda que estaba hablando con alguien.

Ya no reconoce su propia casa, y se ríe cuando le insistimos que es allí donde vive hace muchos años. Mi mamá se encarga con alguna tía de cuidarla algunas noches, de las clásicas discusiones que surgen en estos estadios con los miembros de la familia que no se hacen cargo ahora que se los requiere, y también de hacer ejercitar su mente, con lecturas de la biblia o de alguna vieja carta.

Además, mi abuela está retrocediendo en el tiempo. Ayer desayunó con su mamá en 1965, se fue a dar una vuelta con su hermana fallecida en 1939 mientras daba a luz, y de vez en cuando charla con su marido, fallecido en 1975 antes de que yo naciera, cuando lo confunde con mi tío.

Es muy divertido cuando me cuenta que estuvo charlando con mi abuelo, agregando ella muerta de risa que es muy raro hablar con alguien que está muerto. Como los niños, remixando elementos reales y fantásticos, dándose cuenta de lo irreal del relato, pero contagiando en el ambiente la risa, a pesar de lo dramático de la anécdota.

Más allá de lo doloroso del proceso, sobre todo para mi madre, encuentro que es como siempre en el registro de lo ilusorio donde podemos encontrar esos calmantes y paliativos frente a la devastación de lo real.

Es así que elegimos imaginar lo maravilloso que debe ser, tras duelar y llorar con el paso de los años a todos esos seres amados que se fueron yendo, como ser tu marido, tu madre, tu padre y todos tus hermanos mientras ibas envejeciendo, que de repente la vida te regale el reencuentro cotidiano con ellos; encontrando algo poético de lo que agarrarnos, en medio del derrumbe cognitivo.

Creo honestamente que tras una larga vida plena, íntegra y dedicada a su familia, la recompensa de mi abuela es despedirse rodeada del afecto de los suyos del presente, pero también comenzando a reencontrarse con aquellos del pasado que van apareciendo de a uno a darle la bienvenida, tras estar esperándola desde hace muchos años en algún no lugar.

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios