Friday 29 de March de 2024
CUERPO & ALMA | 15-01-2012 13:01

Ideales de belleza, por Carla York

Mucho se habla actualmente de la Belleza Real, en contra de la belleza estereotipada y envasada que proponen los medios y la industria de la moda.

Un punto poderoso si pensamos que justamente es la belleza uno de los factores de poder de la mujer. Despotricado o no, podés ignorarlo, usarlo o que incluso no te importe. Sin embargo hay múltiples ejemplos de que una mujer considerada bella tiene ventajas que una mujer que no lo es, no los tiene.

En sí el concepto de Belleza Real me parece tan polémico como el concepto de Belleza en sí. El libro Historia de la Belleza de Umberto Eco, por ejemplo, ahonda en las múltiples acepciones de acuerdo a la época y hace un recorrido fantástico por los diferentes contextos socioculturales que definieron qué era bello o no en cada período.

Suele pensarse que el concepto de belleza, más allá de ser definido por la época, es algo superficial, una cuestión estética. También se habla de que “la actitud es todo”.

Yo más bien creo desde siempre que la actitud suma pero no puede ser todo.

Y que no tiene absolutamente nada de superficial.

Más que “ser linda”, para una mujer el “sentirse linda” es una cuestión central. Cada una lo definirá como quiera, pero la sensación, es impagable. La satisfacción que genera se expande a todas las áreas de tu vida.

Ser flaca está dentro del paquete social para ser considerada linda por los otros. La exigencia en la mujer hoy es tal que aún si tenés las famosas “curvas”, la sociedad te dictamina en qué parte del cuerpo debés tenerlas, dónde no, en qué proporciones y acompañada de qué rasgos.

Es muy común escuchar también que en realidad no importan los kilitos de mas que tengas, que los hombres lo que quieren son unas buenas carnes de donde agarrarse. Mientras, la mirada se les va en la calle por las que poco tienen de carnes y mucho de siliconas, y le dicen “gordita” con cariño a la compañera que volvió de la licencia por maternidad.

Curvas no son siliconas. Ni es una belleza real. El mensaje actual es contradictorio.

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El resultado, muchas mujeres contrariadas entre el placer y la exigencia, alternando ciclos entre uno y otro estado.

En uno de esos ciclos, me fui a uno de estos grupos que hay para adelgazar. Algunas teníamos que bajar pocos kilos, pero otras tenían que bajar muchos. De todas maneras, absolutamente TODAS necesitábamos sentirnos bien con “el” cuerpo (como si fuera algo aparte de nosotras).

Con poco o mucho sobrepeso, la angustia era el factor común, aún en aquellas que habían sostenido por mucho tiempo la actitud “no me importa”, “yo me siento bien así igual” , “a mi no me afecta” tan característico de la negación. Veronica, por ejemplo. Veronica era La Gorda. Ni rellenita, ni con algunos kilitos, ni ningún diminutivo que funcione como atenuante. Así la llamaban en su trabajo.

Con el peso de la palabra, mucho mayor que el de sus kilos, la palabra “gorda”, cae como una plomada en el discurso cuando lo que encubre es la mala intención del insulto y la descalificación.

Con 20 kilos de más, lo único que repetía constantemente en las reuniones más allá de la dieta, era que ella quería sentirse igual que el resto de las chicas de su trabajo. Todas flaquitas (sic) atendiendo al público. Ella? En una oficina al fondo, haciendo papelerío administrativo, usando de uniforme una camisa blanca de hombre porque no había talle para ella.

Otra era Estefi, de quien me haría amiga con el tiempo. Estefi llegó con 35 kilos de más al grupo.

En una de estas reuniones, Estefi contó que estaba muy angustiada, porque se sentía en un callejón sin salida; y que si bien había ya perdido muchos kilos sostener la disciplina se le estaba haciendo muy tedioso. Que todo el mundo le decía que ya estaba “linda”, que deje la dieta. Que las mujeres reales eran así.

Todo el mundo podía decirle a Estefi cuando y cómo ella debía sentirse linda. Todo el mundo tenía la autoridad y el poder de hacerlo. Menos ella.

El punto es que no es el mundo el que está en el cuerpo de Estefi. Desde que se despertaba hasta que se acostaba el malestar y el exceso en su cuerpo se sentía más pesado que los kilos de más.

Pero el punto de angustia máximo de Estefanía no era ni la dieta ni los rollos. El punto eran las botas de caña alta.

“Me siento atrapada porque me cuesta pero quiero ponerme unas botas altas por encima del jean y que me cierren; no quiero nunca más ir caminando por la calle y mirarme en una vidriera y pensar, “pero qué gorda patética que sos”.

A veces lo que más pesa no son los kilos sino la exigencia de una misma.

Hoy Estefi se sacó esos 35 kilos de más en su cuerpo. En etapa de mantenimiento, se cortó el pelo a la moda, se anima a encarar un flaco, se maquilla todos los días y puede entrar a un local de ropa de marca sin sentirse que le van a decir que no hay nada para ella. Está bien de triglicéridos, colesterol y hormonas.

Pero lo que ella más disfruta todos los días, es el jean y que le cierren las botas. Al igual que Vero, que ahora sí puede usar una camisa de mujer.

Porque ser mujer también hoy es un uniforme, en todos los sentidos.

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