“En general, las personas que se acercan a la TRVP creen en la reencarnación”, admite
Liliana Hollman. Sin embargo, también llegan otras completamente agnósticas que después de pasar por la experiencia de la regresión investigan en libros de historia, a través de relatos familiares y otras fuentes, y confirman que lo evocado sucedió realmente, que no fue producto de su imaginación. Así pasan a la vereda de los “creyentes”.
“Nuestro mayor miedo es a la muerte y la regresión te llevan a recordar y revivir experiencias que te permiten comprender que nuestra alma pasó otras experiencias de vida; en las regresiones se reviven escenas que aparecen como recuerdos; te decís: “esto yo lo viví, lo experimenté”. Así, la TRVP se convierte en un puente que une la orilla del plano consciente con la orilla que conecta con la esencia de nuestro ser”, dice e inscribe la propuesta dentro del fenómeno de renacimiento de la espiritualidad que está convocando a una porción creciente del planeta.
“Lo que se expande son los movimientos de crecimiento espiritual, de búsqueda interior. La gente consulta por los vínculos y no es casual, porque lo que nos llevamos de esta vida son los vínculos, no nos llevamos otra cosa. Las regresiones ofrecen un espacio
de conexión con nuestro ser interior y nuestra conexión con los otros”, dice Hollman y sintetiza: “No somos solamente un cuerpo y una mente, y este movimiento ayuda a que la gente se contacte con que tiene un alma que está necesitando ser expresada y escuchada.
Que escuchemos y nos animemos a hacer pero desde nuestra alma. Hay un verso de Walt Whitman que dice algo así como No le preguntes al mundo qué es lo que necesita sino preguntarte qué es lo que te hace vibrar, porque lo que necesita el mundo es gente que vibre desde el alma”.
(*) Especial para Perfil.com
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