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CUERPO & ALMA | 26-12-2011 12:07

Vigorexia: locos por los músculos

Un mal que se extiende, sobre todo en los varones adolescentes. Un caso testigo y cómo se puede curar.

Por  Jesica Rychter (*)

A los 18, luego de un año de haber tratado su anorexia y bulimia, Franco volvió a jugar rugby y su profesor le dijo que si no empezaba el gimnasio, no podía seguir en el deporte. “Muy a mi pesar accedí, para mí el ideal del hombre pasaba por la flacura”, expresa. Cuando comenzó a entrenar y a comer más, todos vieron como positiva su actitud y lo elogiaron. Pero Franco cambió de un extremo al otro: su adicción se invirtió a proyectar un cuerpo musculoso y abandonó el rugby. “A la mañana me despertaba pensando en entrenar y no recibir un aporte proteico para mí era como la muerte. Consumía esteroides, no podía estar con mujeres a nivel sexual, dejé de ver a mis amigos”, enumera. Pero él siempre se veía “muscularmente talla chica”.

Este año, luego de tratarse por más de diez en ALUBA, a Franco (31) le dieron el alta y ahora va a recibirse de periodista. Él es un caso pero hay otros jóvenes que pueden pasar por lo mismo o peor: que tanto ellos como su familia desconozcan que están ante un problema -pudiendo confundirlo con una actividad sana- o que no consulten a profesionales de la salud. Lo cierto es que Franco padecía vigorexia, término que no está tan en la mira como la anorexia o la bulimia, pero que presenta severas complicaciones en la salud.

De acuerdo a Adriana Mirella, psicóloga y miembro de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina (APDA), es conveniente definir la vigorexia –el primero en hacerlo fue el psiquiatra estadounidense Harrison Pope en la década de los 90- abordando una triada sintomática: “es un trastorno en la percepción subjetiva de la imagen corporal ya que la persona se percibe como demasiado pequeña aunque esto no sea así, por otro lado hay alteraciones en la dieta -como suplementaciones no necesarias, esteroides, etc. - y además hay una conducta adictiva al entrenamiento físico”, detalla.

Quienes más lo padecen son los varones adolescentes: “En España una investigación calculó que un 10% de los hombres que acuden al gimnasio pueden presentar vigorexia, y en nuestro país un estudio realizado en el 2004 reveló que un 12 por ciento de los 225 encuestados entre 18 y 30 años tenía altos indicadores de riesgo”, señala Mirella, aunque aclara que no hay datos oficiales nacionales por la “falta de reconocimiento social del problema”.

Los jóvenes con vigorexia suelen transitar los gimnasios durante varias horas semanales y ven su físico en el espejo todo el tiempo. “Existe un gran ideal de ser musculoso, pero por más que lo hayan logrado, aún así se sienten inseguros y pequeños físicamente”, explica Mabel Bello, directora médica de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA). Bello describe que el vigoréxico “tiene miedo al futuro y a las responsabilidades, está muy predispuesto a lo que opinan los demás y teme ser apartado, tiene vergüenza de sí mismo y desarrolla sus músculos para equilibrar esa sensación de minusvalía”. Además, “le cuesta mucho más trabajar o estudiar”.

El origen de la vigorexia hay que buscarlo “en la personalidad del paciente, que no puede adaptarse al cambio social que hay entre la niñez y la adolescencia. El joven tiene miedo a fracasar”, destaca Bello. Pero también los medios de comunicación y las redes sociales pueden ejercer su cuota de influencia. “Estimulan los ideales de belleza, juventud y fuerza que los jóvenes intentan cumplir. Además, favorecen la difusión de métodos para lograr el  desarrollo de masa muscular sin control médico”, dice Alicia Langellotti, médica especialista en nutrición.

El consumo de esteroides o las dietas puede provocar descompensaciones, problemas digestivos, inhibición sexual, desviaciones metabólicas. Pero también la vigorexia “está relacionada con los cuadros de vacío, que es una sensación de carencia interna que busca rellenarse a partir de una apariencia externa, problemáticas de la identidad, déficit en el ser y una baja autoestima”, explica Ricardo Rubinstein, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

En cuanto a la falta de reconocimiento a la vigorexia, no todos los profesionales opinan igual. Para Langellotti, “muchas veces hay definiciones de no especialistas que distorsionan la realidad, haciendo más promoción que prevención”, y por eso considera “positivo” que no haya mucha difusión para “no crear enfermedades”. Bello, en cambio, enfatiza en “concientizar a los padres: si se trata el problema se revierte, pero si se lo deja de lado va a seguir creciendo”. Para Mirella, “debería fortalecerse las medidas de prevención en escuelas, gimnasios y medios, así como la difusión informativa en aquellas personas que pueden ser población de riesgo”.

Tratamiento

Los especialistas coinciden en que los profesionales (médicos, deportólogos, nutricionistas, psicólogos) son los que deben estar a cargo del asesoramiento a partir de un trabajo interdisciplinario. También es importante el apoyo y contención de familia y amigos que le devuelva la autoestima a la persona con vigorexia.

En ALUBA, los profesionales reúnen a los jóvenes con anoréxicos y bulímicos para trabajar en conjunto la forma de comer y actuar. El tratamiento con psicólogos es individual y grupal para que la persona adquiera consciencia de su problema y socialice con sus pares. Se propone reemplazar el gimnasio en horas de comunicación, y en cuanto a la comida, se eliminan los anabólicos y se plantea una alimentación acorde a los hábitos normales dentro del entorno familiar.

-Los lunes y jueves ALUBA organiza charlas informativas con terapeutas en donde se tratan los trastornos alimentarios y desórdenes, incluido la vigorexia. Es a las 14 horas, en Combate de los Pozos 2193.

(*) Especial para Rouge

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