Tuesday 16 de April de 2024
CUERPO & ALMA | 18-12-2011 11:41

Chicas de los ´80, por Carla York

La reconocida bloguera debuta en Rouge. No te pierdas su columna.

Cuando éramos chicas las de treinta y pico de hoy no teníamos Internet ni celular ni, a veces, teléfono.

Jugábamos con muñecas hasta los 14 en role plays a ser mamis y Barbies, con los chicos del barrio, con primos, y los cumpleaños no incluían grandes locaciones ni despliegues aparatosos; mucho menos costosos alquileres.

Gran parte de la ilusión era el momento en que llegaba papá con el regalo “grande” de la fiesta, la muñeca del momento o con la decoración de la torta de tu mamá. Pero también teníamos las novelas.

Ni prohibidas ni supervisadas, estábamos gran parte del día a medida que crecíamos  bajo el estímulo visual y cognitivo de las novelas  para adultos en un input constante.

Veronica Castro, Jeanette Rodrigues, Grecia Colmenares, Victoria Ruffo y quizás también Luisa Kuliok eran las referentes. Ofreciendo modelos de mujer y de… heroínas.

Estas mujeres cantaban en principio muchas de las cortinas musicales del programa en cuestión, en un repertorio bastante trágico, clamando por ayuda y dando bastante pena.

En general eran mujeres pobres, casi analfabetas, rescatadas mágicamente gracias a su belleza por un ricachón con lo cual ellas accedían al mágico mundo del amor, el glamour, el poder económico y… se transformaban; siguiendo el estereotipo de princesa rescatada instalado.

Rosa Salvaje pasaba de ser una marimacho lustrabotas a una dama de la sociedad. Topacio, una especie de Tarzán femenina, evolucionaba en una especialista de la salud mental, prometida a uno de los médicos más prestigiosos de Caracas, y por supuesto recuperaba la vista.

Carlos Mata se enamoraba perdidamente de Cristina devenida artísticamente en Cristal tras un desfile, y ella, quien hoy sería una aspirante a modelo frustrada rechazada por las agencias por ser gordita, al final terminaba siendo la hija de la multimillonaria y maldita perra de la historia.

Edipos cruzados, hijastros, cegueras temporales por traumas varios, hijos abandonados que terminaban enamorándose de la hermanastra, villanas que morían acribilladas a balazos o rociadas de ácido muriático.

La buena siempre lograba a través de su belleza y muy importante, de su castidad e inocencia, lograr el éxito social y también, la felicidad. Soportaba como mártir, estoica, terribles tragedias, atentados, accidentes, manicomios y conventos, y siempre se ponía en último lugar. El amado estaba primero. Ser mala no era nunca negocio.

Por eso pienso, que no me extraña que hoy vaguemos eternamente en busca de ese tipo que mate por nosotras y pase cada prueba, que haya drama en nuestras vidas, que las villanas de nuestras vidas terminen pobres, feas y abandonadas.

Mientras lo hacemos, seguimos buscando la felicidad a través del llanto, porque si algo nos enseñaron es que no se puede esperar el final feliz sin sufrir penurias dramáticas como ellas lo hicieron. Verónica Castro nos taladraba todas las tardes con la canción que decía: “Por amor aprendí a llorar”

Por mi parte, nunca vi el final de Rosa Salvaje porque ese día se nos cortó la luz. Gracias You tube por cerrar mi historia. Ahora entendí todo.

Carla York es psicóloga y autora del blog Deja correr el río

 

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios